La victoria del republicano Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos abre ahora un periodo de nombramientos para los secretarios del futuro Gobierno, entre los que suenan nombres como los del expresidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich y el antiguo alcalde de Nueva York Rudy Giuliani.

Una responsable de la campaña de Donald Trump, Kellyanne Conway, aseguró en una reciente entrevista con CNN que ya habían comenzado a sondear a potenciales candidatos. "Sí, porque vamos a ganar, así que tenemos que estar listos para formar gobierno", dijo Conway.

Rudy Giuliani. Foto: Archivo

La portavoz se limitó a decir que Trump se rodeará de personas "con talento", aunque lo único confirmado de momento es el nombre de su vicepresidente, el del gobernador de Indiana, Mike Pence. El objetivo del equipo republicano es cerrar el Ejecutivo "en muy poco tiempo".

Newt Gingrich. Foto: Reuters

Fuentes citadas por NBC News citan como ministrables a Gingrich, que ocuparía la secretaría de Estado, y Giuliani, potencial fiscal general. Asimismo, el militar retirado Michael Flynn podría asumir el Departamento de Defensa o al menos algún cargo de relevancia en materia de seguridad nacional.

Tanto NBC como Fox sitúan como secretario del Tesoro al actual jefe económico de la campaña republicana, Steven Mnuchin. Reince Priebus, actual responsable del Comité Nacional Republicano, figura en las quinielas como jefe de gabinete del nuevo presidente, mientras que Lew Eisenberg podría estar al frente de la secretaría de Estado en Comercio.

Trump saluda a Reince Priebus. Foto: Reuters

Pence, el enemigo de los homosexuales

El gobernador de Indiana, Mike Pence, el próximo vicepresidente, aporta su perfil de auténtico conservador y una experiencia política clave para trabajar con las mayorías conservadoras en el Congreso.

El gobernador, ferviente cristiano, fue visto en el momento de su elección como una "opción de consenso" que podía hacer "digerible" a Trump no solo entre la elite del partido sino también para el votante ultraconservador y el poderoso sector evangélico.

Estos grupos, con frecuencia entrelazados, nunca han confiado en que Trump sea un auténtico conservador: en el pasado apoyó a demócratas, se mostró abierto en temas divisores como el aborto y va por su tercer matrimonio, con un historial sentimental extensamente aireado en la prensa rosa.

Mike Pence junto a su esposa. Foto: Reuters

Al contrario, Pence lleva casado 31 años con su esposa, Karen, tiene tres hijos y no se le conoce ningún escándalo personal.

Además, su legado de conservadurismo social es intachable. En la Cámara de Representantes lideró el tipo de batallas que exaltan a ese sector y, como gobernador, firmó una ley criticada por permitir la negación de servicios a homosexuales en base a motivos religiosos y otra que prohíbe abortar por la discapacidad, raza o género del feto.

Su política económica sigue al pie de la letra la doctrina clásica republicana: aprobó la mayor bajada de impuestos de la historia de Indiana, impulsó rebajas fiscales a las corporaciones para atraer la inversión y toda su vida ha sido un adalid de la más estricta disciplina fiscal.

Económico es también su mayor punto de fricción con Donald Trump: como congresista votó a favor de todos los tratados de libre comercio que se propusieron y apoyó en varias ocasiones liberalizar más el comercio con China, una política que el magnate rechaza frontalmente por considerarla responsable de la pérdida de decenas de miles de puestos de trabajo en EE.UU.

Pence también apoya el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) que se ha negociado durante el Gobierno de Obama y cuya oposición total es uno de los puntos cardinales de la campaña de Trump.