La estrella de rock británico Sting protagonizó este sábado un concierto en la sala Bataclan de París para celebrar la reapertura del lugar un año después de que tres milicianos islamistas mataran a 90 personas en el peor ataque terrorista sufrido en Francia.

Sting comenzó su emotivo recital pidiendo un minuto de silencio. "Esta noche debemos lograr dos cosas: primero, recordar a los que perdieron su vida en el ataque y después, celebrar la vida y la música en este lugar histórico", ha señalado el músico británico antes de iniciar el recital.

Hace justo un año, unos atacantes yihadistas irrumpieron en la sala por la entrada principal y dispararon sus armas automáticas contra la multitud, que presenciaba un concierto de la banda de rock californiana Eagles of Death Metal.

Durante un asalto que duró más de dos horas, los atacantes ejecutaron a algunos de los presentes y tomaron a otros como rehenes. El ataque terminó cuando un militante fue abatido a tiros y los otros dos se suicidaron detonando los chalecos explosivos que llevaban puestos.

En ataques coordinados perpetrados esta misma noche, otros hombres armados atentaron contra varios cafés en París y un estadio de fútbol. En total, los terroristas de Estado Islámico mataron a 130 personas.

Adrien, un superviviente que perdió a dos amigos aquella noche en Bataclan, ha asistido al emotivo concierto. "Estaba obligado a venir, para recordar a los que murieron aquí". Otro asistente al final del concierto aseguraba que el homenaje "iluminó el lugar y olvidamos nuestros miedos".

La recaudación del concierto será destinada a dos asociaciones que ayudan a los supervivientes de los ataques de París. "Larga vida a Bataclan", ha declarado Sting al abandonar el escenario.

Grandes medidas de seguridad

Antes de acceder, los espectadores (entre los que había varios centenares de los que habían estado allí mismo el día de los atentados o miembros de sus familias) tuvieron que pasar hasta cuatro controles de seguridad.

De hecho, en el exterior del edificio, decenas de policías armados con metralletas habían establecido un perímetro que impedía acercarse a varias decenas de metros de la fachada a cualquiera que no tuviera una entrada, y los coches no podían circular en una manzana alrededor.

Aparte de las decenas de periodistas que tenían sus platós bajo pequeñas carpas, pocos curiosos acudieron hasta ese perímetro de vallas, desanimados también por una lluvia fría que añadió un toque de melancolía al ambiente, al que contribuía igualmente un pequeño altar con ramos de flores y velas.

Antes del concierto, las fuerzas del orden han llevado a cabo un peinado y un registro minucioso en el interior, lo que incluyó el paso de los artificieros también en los subterráneos. Además, se instalaron 14 cámaras de vigilancia tanto dentro como fuera.

Entre los espectadores (las entradas que se pusieron a la venta se terminaron en unos minutos), había una cuarentena de medios de comunicación, y eso que se habían rechazado cientos de demandas de acreditación.

En un café próximo a la sala de espectáculos, se organizó un servicio de atención psicológica para aquellos supervivientes o familias de víctimas que pudieran necesitarlo.

Sting llegó dos horas y media antes del inicio para unos ensayos. El concierto se había programado con una duración de una hora, centrado en el último disco del músico británico.

Su entorno había anticipado que iba a pronunciar unas palabras en francés para recordar el ataque del 13 de noviembre del pasado año, que sólo en esta sala de fiestas había causado 90 muertos y cientos de heridos.

Sting, que había actuado una vez en el Bataclan, en 1979, no recibe ni un euro por este concierto, ya que ha decidido que sus honorarios se destinen a dos organizaciones de ayuda a las víctimas.

Todavía hay una veintena de los heridos de esos atentados que siguen hospitalizados, además de los cientos de personas que necesitan asistencia médica o psicológica.