La reciente victoria del régimen sirio en la ciudad de Alepo amenaza con imponer un punto y aparte en la guerra en Siria, que va camino de su sexto año. Alepo, que antes del conflicto era la ciudad más grande del país y su centro económico, ha encarnado como ninguna otra batalla el encarnizamiento salvaje de este conflicto. Con la derrota de las distintas facciones armadas rebeldes -las más poderosas de ellas de ideología islamista extremista-, es Rusia la que emerge sobre las ruinas de Alepo como una potencia a tener en cuenta en Oriente Próximo ante el aparente repliegue de un EE UU bajo los últimos momentos de la era Obama en espera de lo que deparará la era Trump. Como prueba de esta posición de fuerza de Rusia -consciente del papel que ha tenido su campaña aérea sobre territorio sirio desde septiembre de 2015, que ha dado un giro a esta guerra- Moscú rechazó ayer la celebración de nuevas conferencias internacionales en «acogedoras capitales occidentales» para hablar de la paz en Siria, reafirmando así su papel como potencia emergente en la zona.

Incluso el presidente de EE UU, Barack Obama, en su última rueda de prensa del año la noche del viernes reconoció que no puede decir que su estrategia ante la guerra siria haya funcionado. «No puedo decir que hayamos tenido éxito» y «eso es algo con lo que me tengo que ir a la cama cada noche», reflexionó. No obstante, Obama enfatizó que la responsabilidad de la «brutalidad» y las «atrocidades» que se están viendo en Alepo debe recaer sobre el régimen sirio y sus aliados, Rusia e Irán. «El mundo no debería ser engañado. Y el mundo no olvidará», dijo.

Nuevo acuerdo en Alepo

Otra prueba del papel central que reivindica Rusia en el derrotero de la guerra en Siria es que el régimen sirio y los rebeldes anunciaran ayer un nuevo acuerdo para completar a partir de hoy presumiblemente la evacuación de la zona oriental de Alepo, los antiguos territorios controlados por los insurgentes, a cambio de permitir la salida de heridos de las localidades de mayoría chií de Foua y Kefraya, cercadas por milicianos rebeldes.

Este nuevo acuerdo entre Damasco y los rebeldes ha sido posible por la mediación directa de Rusia y Turquía -valedora desde 2011 de los opositores-, y que desde el fallido golpe de Estado del pasado julio y las críticas que ha recibido de la UE por las purgas de supuestos simpatizantes de la asonada ha reorientado su estrategia en Siria para acercarse a Moscú. De estas negociaciones, en las que también se incluye al gran aliado regional del régimen sirio, Irán, directamente se obvia tanto a EE UU como a la UE.

El portavoz del Ministerio de Defensa de Rusia, Igor Konashenkov, lo plasmó ayer con meridiana claridad al destacar que «el operativo del Centro Ruso para la Reconciliación en Siria no solo consistió en salvar la vida a casi 10.000 sirios, sino que también brindó la posibilidad de entablar el cese de las hostilidades en otras regiones». Konashenkov enfatizó que, en el caso de Alepo oriental, ha permitido «separar a la llamada oposición moderada de los radicales irreconciliables, es decir, hacer lo que los socios estadounidenses consideraron imposible durante todo este año».

Para el portavoz ruso, esto demuestra que es «inútil» tratar de sustituir los contactos directos por observadores internacionales en Alepo o reuniones en «acogedoras capitales occidentales». «Cuanto antes lo comprendan en París, Londres y Washington, más pronto llegará la paz», dijo Konashenkov.

Un escenario inestable

Abundando en esta tendencia, el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, anunció ayer que ha pactado con sus homólogos de Turquía, Mevlut Cavusoglu, e Irán, Mohamad Javad Zarif, celebrar «pronto» una cumbre tripartita sobre Siria. El portavoz del Ministerio de Exteriores iraní, Bahram Qassemi indicó ayer que el objetivo de la reunión será «hallar un mecanismo eficaz para resolver la cuestión siria».

Con un ejército estirado hasta el límite de sus capacidades tras casi seis años de guerra -como demuestra la pérdida la semana pasada de la ciudad monumental de Palmira ante el Estado Islámico-, el régimen sirio parece haber perdido la capacidad de decisión estratégica sobre el conflicto, que asumen sin rubor sus aliados, Rusia e Irán, que negocian con una Turquía recelosa de las críticas europeas y de lo que depare el nuevo Gobierno estadounidense y que busca su lugar en un Oriente Próximo que observa el papel de Rusia en el futuro con las ruinas de Alepo como telón de fondo.