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El fantasma y el espantajo

«Breitbart News», la plataforma afín a Trump, exhibe a Reagan frente a la hostilidad nixoniana hacia el presidente La teoría de la destitución gana adeptos desde el primer momento con sus medidas

Breitbart News tiene una manera bastante peculiar de ingeniárselas para lustrar a Donald Trump. El presidente de Estados Unidos destituyó el pasado lunes a la fiscal general en funciones nombrada por Barack Obama, con los días contados en el cargo, por negarse a apoyar su decreto islamófobo. Al instante, la plataforma de noticias de la llamada derecha alternativa recurrió a comparar las primeras y controvertidas medidas de choque de Trump contra los inmigrantes con la depuración que Ronald Reagan hizo en 1981 de los controladores de tráfico aéreo frente a la opinión de las élites de Washington, que lo veían un error en medio de la huelga convocada por el sindicato Patco.

Habría que remontarse un poco en el tiempo, pero Jeffrey Lord, que sirvió en la Casa Blanca con Ronald Reagan, se encargó de transmitir a Breitbart News que la destitución de Sally Yates y las críticas posteriores se asemejan a las batallas que Reagan libró con la burocracia al comienzo de su mandato. Lord, en la actualidad colaborador asiduo de The American Spectator, una clásica publicación conservadora de periodicidad mensual, añadió que el entonces inquilino del Despacho Oval se había enfrentado a la «sabiduría convencional» política y a los medios de comunicación tomando una decisión que posteriormente se reconocería como un acierto. «Felicitaciones a Trump por reproducir en el siglo XXI la actuación audaz de Reagan para mantener a salvo sus principios. Las élites lo odiarán pero a los estadounidenses les encantará», escribió.

Breibart, a la vez que comparaba a Trump con Reagan, gracias a Jeff Lord, utilizaba en su beneficio las palabras de otro periodista, esta vez demócrata y de acreditada solvencia, para combatir la teoría desafortunada de que la masacre del lunes de Yates era lo más parecido a la tristemente famosa del sábado noche de Richard Nixon cuando despidió al fiscal Archibald Cox por plantarle cara en 1973, tras las revelaciones del caso Watergate. El periodista elegido fue nada menos que Carl Bernstein, uno de los dos reporteros que lideraron la investigación del escándalo que forzó la dimisión de Nixon.

Bernstein, la misma noche del lunes, en la CNN, como habría hecho cualquier periodista ponderado, rechazó la comparación por parecerle exagerada. Breitbart News, con innegable oficio y dejando claro que se trataba de alguien poco sospechoso, reprodujo las palabras del célebre reportero. «Hay una gran diferencia, la matanza del sábado la noche se llamó así porque Nixon destituyó al fiscal general cuando estaba siendo el blanco de una investigación, y con ello pretendía obstruir la acción de la justicia. Creo que ahora el presidente está en sus derecho de tomar la decisión que ha tomado». La plataforma de noticias afín a Trump mantuvo, al igual que hizo cuando el secretario de prensa de la Casa Blanca ofreció el falso recuento de asistencia a la investidura, que el presidente había actuado para proteger al país y a sus ciudadanos.

Pero la actualidad ha devuelto una hostilidad nixoniana hacia Trump. Las destituciones, aunque sean parte del trámite habitual en cualquier cambio de administración, la sirven en bandeja. En 1970, cuando el presidente Richard Nixon anunció la invasión de Camboya, veinte oficiales del servicio exterior firmaron una carta al secretario de Estado protestando por la decisión. Según The Dissent Papers, un relato sobre la oposición burocrática a las políticas presidenciales, escrita por Hannah Gurman, fue la mayor protesta en la historia del Departamento de Estado. A Nixon no pareció impresionarle. Tenía una conocida animadversión hacia los empleados federales. Este gremio era para él un nido de liberales de la era Kennedy más interesado en boicotear sus políticas que en llevarlas a cabo. «Cuando un burócrata deliberadamente meta la nariz, lo vamos a atrapar», dijo, en privado, poco después de asumir el cargo. «Lo haremos con los que están en contra nuestra». La carta que se oponía a la campaña en Camboya se filtró a los periódicos. Nixon montó en colera: «Asegúrense de que todos esos hijos de puta sean despedidos a primera hora de la mañana».

Pero quizás, dada la repelencia que inspira el personaje, la hostilidad nixoniana hacia Trump vaya demasiado deprisa. Después de advertir de que ganaría las elecciones, Allan Lichtman, también conocido como el profesor Predicción, auguró que sería destituido. Robert Kuttner, periodista cofundador de The American Prospect, reconocida publicación liberal, se ha sumado recientemente a la teoría. Sólo se pregunta cuándo. Ha escrito que el juicio político (impeachment), al igual que sucedió con Nixon en su día, está ganando terreno porque es la única forma de destituirlo. Los republicanos ya le están abandonando y se trata de un hombre psiquiátricamente incapaz de comprobar si algo es legal antes de hacerlo. La compleja red de medidas constitucionales legales y políticas contra la tiranía todavía funciona en Estados Unidos, sostiene Kuttner que, además, avisa de que otra de las posibilidades del impeachment radica en la manía de Trump de poner sus intereses comerciales por delante del país y de desconocer la ley Stock de 2012, que prohíbe explícitamente al presidente y otros funcionarios beneficiarse de la información que no es pública.

La vuelta del fantasma de Nixon al eje de la discusión pública ha hecho que Breitbart News utilice a Reagan de espantajo.

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