Mientras la prensa mundial criticaba la frialdad de Melania durante la jura presidencial de su marido, Trump se ponía manos a la obra y de paso que diseñaba la ampliación del muro con Méxicoencargaba una revisión de las relaciones con Cuba. El inquilino de la Casa Blanca no perdía ni un minuto y el día después de su toma de posesión cumplía con uno de los puntos clave de su programa, artífice de su triunfo en Florida.

Washington pide ahora a la dictadura castrista elecciones libres y respeto a los derechos humanos. Impone mayor control en la autorización de viajes de estadounidenses a la isla (los desplazamientos turísticos tampoco estaban permitidos con el anterior gobierno) y prohíbe a las empresas americanas negociar con entidades que tengan lazos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), o lo que es lo mismo, rescinde la colaboración con el entramado estatal y militar que controla la economía cubana y cada paso que dan las compañías.

Cuba no es una democracia, ni lo era antes de Obama ni lo fue después. En el país no hay libertad ni de pensamiento ni de acción. El expresidente quiso marcarse un tanto diplomático y abrió de par en par las puertas de la casa a un vecino que jamás tuvo el detalle de invitar a la suya. La administración demócrata buscaba dinamizar la economía atendiendo a las presiones de destacados empresarios cubano-americanos, pasando muy por alto las miserables condicione en las que viven los cubanos, que no han mejorado en nada desde ese presunto deshielo que solamente ha beneficiado al comunismo gobernante.

Trump anulará ahora la directiva presidencial emitida por Obama en octubre. La administración pretendía hacer irreversible esa política de apertura basada en una relación totalmente asimétrica. Uno de los principales objetivos del ejecutivo republicano es cortar el flujo de dinero que le llega al gobierno cubano y presionar para que de una vez por todas, la economía cubana sea libre. Alrededor de medio centenar de compañías estadounidenses tienen alguna actividad, o negocio relacionado con Cuba, en su mayoría relacionados con los vuelos, cruceros o las telecomunicaciones, uno de los pocos sectores no controlados por los militares, pero no existe aún ninguna inversión directa estadounidense, entre otras cosas porque el gobierno cubano canceló un proyecto para fabricar tractores.

La embajada americana en La Habana permanecerá abierta y los viajes familiares y las remesas que envían los cubanoamericanos a sus parientes tampoco se verán afectados. El presidente anunció sus planes rodeado de veteranos de Bahía de Cochinos en el Teatro Manuel Artime de Miami, que lleva el nombre de uno de los líderes de la Brigada 2506, por cierto, de origen asturiano.

Mientras tanto Raúl Castro y los suyos preparan con ilusión un proceso electoral largo, tedioso, resultado más que previsible. Ellos no cambian, Trump tampoco. Cumple su programa y aunque muchos no lo vean así, ofrece a la isla antillana una nueva oportunidad para alcanzar la libertad.