Arlene Foster, ministra principal para Irlanda del Norte (nada que ver con los glamurosos Lord Foster y Lady Elena), anda estos días muy risueña. La lideresa del Partido Unionista Demócrata (DUP) ha logrado arrancar a Theresa May más de 1.000 millones de libras a cambio de apoyo al débil gobierno conservador resultante de las pasadas elecciones.

El DUP, el mayor partido de Irlanda del Norte, quinto del Reino Unido respecto a escaños en la Cámara de Comunes, es conocido por sus ideas radicales ancladas en el protestantismo de la Iglesia Libre Presbiteriana del Ulster. Es contrario al aborto, a la unión legal entre personas del mismo sexo y lo que más importa ahora: firme defensor del Brexit. La formación, cuya base de militantes la conforma un amplio segmento de pequeños agricultores y ganaderos, gobierna en Belfast con los no menos extremistas Sinn Féin, ala republicana y católica del territorio, cuyo sistema político, tras el llamado Acuerdo de Viernes Santo, obliga formar gobiernos apoyados por las comunidades, católica y protestante.

El campo tiene en Irlanda del Norte un peso muy importante. Los unionistas consideran que la agricultura es una de las políticas claves a la hora de negociar la salida del club europeo. Y lo que son las cosas, irlandés, de la República de Irlanda, es Phil Hogan, actual comisario del ramo en la Comisión Europea.

En virtud del pacto con los conservadores Irlanda del Norte también recibirá más dinero para carreteras, hospitales y otros proyectos de infraestructuras. Los 10 diputados del DUP darán su respaldo a todos los movimientos de confianza, incluyendo los proyectos de ley de presupuesto y finanzas. La decisión de los conservadores de perseguir una alianza con el DUP ha sido fuertemente criticada, incluso por parte de tories temerosos de asociarse con un partido que ha adoptado posiciones muy conservadoras que incluyen la teoría del creacionismo y por supuesto, la negación del cambio climático.

A May, formada en Oxford, todo eso ahora le importa muy poco. La prioridad es mantenerse en el sillón y plantar cara a los exquisitos argumentos de Michel Barnier, el negociador jefe de la Comisión Europea para pactar el portazo inglés, que además de haber sido comisario europeo es comandante de la orden del Mérito Agrícola de Francia.