El presidente de EE.UU., Donald Trump, ha roto el consenso internacional sobre Jerusalén al reconocerla como capital de Israel y ordenar que se traslade allí la embajada estadounidense en el país, una postura que ha disparado la tensión en la región y ha comprometido el papel de Washington como mediador de paz.

En un discurso desde la Casa Blanca, Trump ha convertido a Estados Unidos en el único país del mundo que reconoce como capital de Israel a Jerusalén, y ha tratado de suavizar el golpe que eso supone para los palestinos al declarar, por primera vez, su apoyo a una solución de dos Estados.

"He determinado que es hora de reconocer oficialmente a Jerusalén como capital de Israel. Otros presidentes prometieron hacerlo en su campaña electoral, pero nunca lo cumplieron. Hoy, yo lo cumplo", ha afirmado Trump.

"Esto no es nada más ni nada menos que un reconocimiento de la realidad. Es, además, lo correcto, algo que tiene que hacerse", ha añadido el mandatario.

Trump ha ordenado al Departamento de Estado que inicie los planes de construcción de una embajada en Jerusalén para trasladar allí la sede diplomática estadounidense en Israel, que ahora está en Tel Aviv; un proceso que, según la Casa Blanca, durará al menos tres o cuatro años.

"Cuando esté lista, nuestra nueva embajada será un magnífico tributo a la paz", ha prometido Trump, poco antes de que su responsable de Exteriores, Rex Tillerson, confirmara en un comunicado que el Departamento de Estado comenzará "inmediatamente" el proceso.

Israel considera a Jerusalén su capital "eterna e indivisible", pero la comunidad internacional considera la parte oriental territorio ocupado, reclamado por los palestinos como la capital de su futuro Estado independiente.

Ningún país tiene actualmente su embajada en Jerusalén, porque, tras la anexión israelí de la parte oriental de la urbe en 1980, la ONU llamó a la comunidad internacional a retirar sus legaciones de la Ciudad Santa.

La ruptura de Trump con ese consenso ha generado las críticas de la Unión Europea (UE), Rusia, China y Turquía, entre otros, y tanto el Gobierno jordano como el presidente palestino, Mahmud Abás, acusaron a Estados Unidos de violar la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que en 1980 instó a retirar las embajadas de Jerusalén.

Lavado de imagen

Trump ha querido contener el impacto negativo de su decisión con dos afirmaciones: la primera, una promesa de que su anuncio no impedirá que las fronteras definitivas de Jerusalén puedan definirse mediante negociaciones de paz entre las partes.

"No estamos adoptando ninguna posición en ningún asunto sobre el estatus final (de las negociaciones), incluidas las fronteras específicas de la soberanía israelí en Jerusalén, o la resolución de las fronteras disputadas. Esas cuestiones deben resolverlas las partes implicadas", ha matizado Trump.

El mandatario ha llamado "a todas las partes a mantener el statu quo en los lugares sagrados de Jerusalén, incluido el Monte del Templo" o Explanada de las Mezquitas, situado en la parte palestina.

En segundo lugar, Trump ha cambiado la postura sobre el proceso de paz que había expresado en febrero, cuando dijo que podría aceptar una solución "de un Estado" al conflicto entre israelíes y palestinos.

"Estados Unidos apoyará una solución de dos Estados si eso es lo que acuerdan las dos partes", ha garantizado hoy Trump.

El presidente ha insistido en que su decisión sobre Jerusalén "no pretende, de ninguna manera, reflejar una desviación del rotundo compromiso (de EE.UU.) a facilitar un acuerdo duradero de paz", y ha dicho que hará "todo lo que esté" en su poder para contribuir a ello.

También ha llamado a "la calma y la moderación" en Oriente Medio, donde su anuncio ha generado protestas y temores de violencia.

A nivel interno de Estados Unidos, sin embargo, la medida ha generado las alabanzas de líderes republicanos como el presidente de la Cámara Baja, Paul Ryan; e incluso el líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer, ha dicho a la revista conservadora "The Weekly Standard" que había recomendado a Trump que reconociera a Jerusalén.

Pese a ordenar el traslado de la embajada, Trump preveía firmar hoy un documento que explica al Congreso de EE.UU. que, de momento, la legación continuará en Tel Aviv, un trámite que el presidente estadounidense debe hacer cada seis meses en base a una ley de 1995 y que seguirá cumpliendo hasta que se construya la nueva sede.