Mila Font es la delegada de MSF en Comunitat Valenciana, Región de Murcia e Islas Canarias. Excooperante en Kenia, dirige la oficina "multiautonómica" de la organización, que cuenta con medio millón de socios en toda España. Su labor parece no tener fin, y asegura que es "un poco frustrante" que siempre haya crisis que atender.

Dicen que tienen "poco que celebrar". ¿Es así?

Sí, porque la razón por la que MSF empezó a trabajar, todas esas personas afectadas por los desastres, son más. Ojalá MSF desapareciera porque no quedara gente a la que atender.

¿Cuáles han sido los momentos más complicados de MSF en estos 40 años? ¿Y los mejores?

Complicados ha habido muchos. En los años 90, la guerra de Somalia fue un momento duro. La ONG iba creciendo, pero la época fue complicada. Otro momento difícil fue el genocidio de Ruanda, que lo fue en general para todas las organizaciones en el terreno por el abandono de la ONU, así como la guerra de los Balcanes... y desastres como el tsunami que asoló el suedeste asiático en las navidades de 2004 o el terremoto de Haití de 2010, que ha sido la operación más grande en la historia de MSF. Por el contrario, uno de los mejores fue recibir el Premio Nobel de la Paz en 1999 como reconocimiento al trabajo que hacemos, aunque sin duda los mejores son esos pequeños resultados que vamos consiguiendo proyecto a proyecto. Es por eso por lo que trabajas tanto: los niños que no mueren de malnutrición, por efecto del Chagas, por el sida... son pequeñas victorias. Una de las grandes es lo que está ocurriendo ahora con el tratamiento del sida: de ser una enfermedad para la que no había cura en países africanos ha pasado a ser curable, aunque existe un riesgo importante de que los avances se echen por tierra por falta de financiación.

¿Han notado la crisis?

Son más de 500.000 de colaboradores solo en España. No la notamos, pero sí a nivel institucional. Por ejemplo, todo el apoyo al tratamiento antirretrovirales se está recortando y mucha gente que estaba en tratamiento en África tiene que dejarlo. En recursos no nos afecta pero sabemos que la situación irá a peor.

¿Cómo calificaría el apoyo de los valencianos a la ONG?

En Valencia ciudad tenemos 15.000 socios. A nivel de instituciones públicas no tenemos financiación, pero sí tenemos mucho apoyo popular. Por ejemplo, en la campaña de Pastillas contra el Dolor Ajeno, que se pueden comprar por un euro en las farmacias, se han vendido muchísimas.

¿Cree que hay suficiente concienciación internacional?

Estamos en muchísimos países y son más de cinco de millones de socios en todo el mundo. Está claro que el siglo XXI nos trae la posibilidad de tener mucha más información y poder actuar. Así, hay cada vez más gente que apoya a organizaciones como la nuestra porque nos ven como una ONG que está haciendo las cosas para las que fue creada.

¿Cuáles son los principales problemas a los que se enfrenta MSF ahora?

La crisis más importante continúa siendo Somalia y el efecto que tiene en Etiopía y Kenia,en los campos de refugiados. Son varios proyectos muy grandes y, además, no podemos bajar la guardia ni reducir la labor en el terreno porque sigue habiendo problemas de operatividad: somos pocas las organizaciones que tenemos la capacidad de trabajar en ese entorno -un país en guerra- y la situación política tampoco acompaña. A nivel más general, los problemas de financianción del Fondo Mundial del Sida, la tuberculosis y la malaria nos preocupan. Otro tema es lo que se está empezando a llamar la "militarización de la ayuda humanitaria": usarla para fines más allá de lo humanitario. Eso hace que no nos consideren tan importantes porque la labor humanitaria la "ejercen" partes del conflicto armado y nos ponen en peligro a los que trabajamos sobre el terreno.

¿Por qué algunos conflictos o crisis caen en el olvido algunas semanas después de copar portadas? ¿Qué hacen para mantener el interés?

Por ejemplo, Somalia es uno de esos conflictos olvidados, que tiene sus momentos estelares y luego desaparece, pero no porque la situación sea mejor sino porque toca otro conflicto. Otro ejemplo que tenemos ahora es la República Centroafricana, que mucha gente no puede ni ubicarla en el mapa, y que tiene una mala situación de marcadores de salud. Estas crisis intentamos sacarlas a la luz de distintas maneras, como por ejemplo mediante el disco Positive Generation -que mezcla música de Zimbaue con artistas de renombre internacional como Alejandro Sanz o Andrés Calamaro-, que saca el tema del sida, que no es un conflicto olvidado pero sí una enfermedad olvidada porque la gente no se muere de sida en Europa. Tenemos exposiciones, documentales... a veces da rabia, pero intentamos transformar esa rabia en fuerza para que la gente llegue viva al fin del día en esos países olvidados. Nosotros somos una tirita a un problema enorme en el mundo.

¿Cómo ha de ser alguien que quiera colaborar con ustedes?

Cualquier persona que de alguna forma se indigne por la situación de muchísima gente en este mundo puede acercarse a nosotros. Está el apoyo financiero que nos dan muchísimos socios vía aportaciones regulares o a campañas específicas. También consideramos muy importante el trabajo de concienciación en las redes sociales. Además, no buscamos sólo médicos o enfermeros. Trabajar con nosotros es fácil porque tenemos muchos tipos de perfiles. Para llevar a cabo los proyectos sanitarios hacen falta distintos tipos de gente: ingenieros, abogados, epidemiólogos, asistentes de laboratorio, periodistas...