Hay quien se la toca con un papel de fumar. Y no puede ser. El sábado en Mestalla, pese a la distancia abismal entre ambas plantillas, el Llevant no fue tan malo, como algunos apuntan. El 3-0 duele, pero no habría que perder de vista algunas cuestiones. En la segunda parte, sin ir más lejos, con la entrada de Iván y Rubén, el Llevant buscó sin suerte volver a entrar en el partido del que le sacó el testarazo de Feghouli que subió el 2-0 al marcador. Lo hubiese conseguido de entrar el larguero de Iván o alguno de los tiros envenenados de José Mari y Morales. También la había tenido franca Barral aun con 1-0.

Los de Alcaraz sufrieron unos cuantos desajustes defensivos, pero es que el rival de enfrente no era el Almería ni mucho menos y además el míster granota reservó a Iván, Rubén, Camarasa y Uche para el decisivo partido de hoy. Tampoco se puede condenar por un mal partido a jugadores como Toño o Morales, cuando son de lo mejor esta campaña. Algunos de los que se atreven a hacerlo son los mismos sabios del fútbol que maldecían a Iborra en sus inicios o que aprovechan el mínimo pretexto para criticar a Rubén, a Camarasa o a Iván. Hay una lacra en Orriols: esos que detestan a los futbolistas de la casa. Freud diría de ellos que tal vez soñaron con vestir de corto y nunca lo consiguieron. Sin embargo, es obvio que el Llevant del futuro necesita esos jugadores que incorporan un plus de compromiso en sus piernas. Y el del presente también: ellos son de hecho los que van a tirar del carro para regalarnos otra temporada en Primera; los mismos que el día del Málaga en Copa sacaron el orgullo tras el 0-2 para remontar un partido imposible y dar un golpe de timón a un equipo hasta ese momento cariacontecido y en una alarmante dinámica de descenso.

Seguir con opciones de salvación es alentador. Sobre todo si echamos la vista atrás: antes de la victoria ante el Málaga (4-1) el Llevant era colista con 16 puntos en 21 jornadas. Desde aquel día solo ha tenido un pinchazo real, frente al Celta (0-1). Tal vez debió transmitir otras sensaciones en Vallecas (4-2), pero por contra, cuando nadie lo esperaba, se marcó un partidazo frente al Sevilla. El desajuste de esos tres puntos que volaron a Vigo obliga ahora a conseguir un póquer de triunfos en siete partidos, de los cuales cuatro se disputaran en el Ciutat, donde no hay margen de error: cualquier punto ante el Atleti sería un regalo, pero no se puede fallar frente a Espanyol, Córdoba ni Elche. Y además habrá que conseguir una victoria en Getafe, Anoeta o Riazor.

En realidad el Llevant se lo juega todo en diez días, entre hoy y el martes 28 de abril, cuando el Córdoba visitará Orriols. El sábado anterior se habrá rendido visita al Coliseo. Tres victorias en los tres partidos más asequibles que quedan dejarán la permanencia a tiro de piedra. No conseguir al menos dos de ellas sería un golpe irreversible.

En todo caso, con la intensidad y el coraje del día del Sevilla, y con Camarasa junto a Simao de nuevo en la medular, parece imposible no conseguirlo. Hoy se avecina otro partido de infarto frente a un Espanyol con dinamita exgranota en su delantera: Caicedo, Stuani y Sergio García, y con una dinámica de 5 partidos imbatido y un sorprendente asalto al Madrigal (0-3). Pero de cada 100 partidos que el Llevant juegue con la intensidad que lo hizo ante el Sevilla (y frente a rivales más asequibles, como los que están por llegar) se ganarían 99. Hoy solo vale la victoria. Y se puede conseguir. La de hoy, la de Getafe y ante el Córdoba. Y tanto que sí.