El Levante UD sumó ayer un triunfo trascendental en su visita a Getafe, que le acerca sustancialmente a la permanencia en la Liga BBVA. Fue una noche de gran alivio para la gente «granota», de desahogo general después de un par de semanas de preocupaciones, con un punto sumado en tres partidos. Fuera de la zona de descenso gracias el empate a última hora ante el Espanyol, el grupo de Alcaraz le dio ayer recorrido a aquella reacción y jugó ayer con mucha responsabilidad en Getafe, sin descuidar un momento su portería.

En medio del hastío, bajo una lluvia plomiza en ese páramo que es el Coliseum Alfonso Pérez, Víctor Casadesús rompió ayer el silencio en los hogares de los levantinistas a la hora de preparar la cena. Faltaban 25 minutos para que el reloj diera las 9 y el centrocampista mallorquín se levantó dos palmos del suelo para rematar un córner, lanzado al centro del área por el zurdo Morales, como quien deja caer una bomba. El balón entró en la portería por la escuadra, lento, en cámara lenta, como si el balón fuese consciente de que era un momento mágico, trascendental para el futuro de un club que lleva años desafiando a la lógica. Ya son cinco temporadas seguidas en la Liga BBVA, que posiblemente serán seis gracias a ese balón rematado por Casadesús que esquivó la estirada de Vicente Guaita, el portero de Torrent que hace sólo un año aún competía con Diego Alves por ser titular en el Valencia.

El gol del Levante UD, en el último tramo del primer tiempo, fue el momento cumbre de un partido clave en la temporada «granota». El equipo de Lucas Alcaraz jugó el partido perfecto para un equipo con sus urgencias: cerró bien el área, salió de la guarida en busca de alimento de vez en cuando y obtuvo su pieza en una de sus aventuras en territorio enemigo. Antes de ese gol, Diego Mariño había evitado el tanto del Getafe en un uno a uno ante Diego Castro. Pocos méritos más hizo el equipo madrileño, cuyo desafío a la lógica no tiene nada que envidiar al del Levante UD. Con una gran diferencia: el Getafe tiene el mismo tirón social que cualquier equipo puntero de Segunda B. Con una tradición escasa en la categoría, su presencia en Primera resulta artificial. Lo saben todos los aficionados españoles al fútbol.

El Levante UD, con una raíces más profundas, saltó al césped con un cambio sustancial en su estructura. Su entrenador apostó por jugar con tres centrales: Vyntra, Juanfran y Ramis. Una fórmula nueva de Lucas Alcaraz esta temporada, pero de muy buen recuerdo para el levantinismo. Juan Ignacio Martínez utilizó ese dibujo con éxito para llevar al equipo a Europa, hace tres temporadas. El actual técnico la ha sacado del baúl en un momento decisivo: a falta de 6 jornadas para el final del campeonato y después de tres partidos sin ganar.

Ocasiones, lo que se dice ocasiones, hubo muy pocas en el primer tiempo. Más allá del gol, el Levante UD no se acercó con peligro más que tres veces a la portería de Guaita. En una de ellas, Barral se entretuvo con la pelota en los pies, cuando tenía campo de sobra para encarar al portero.

Con el gol en la casaca, el Levante UD saltó al campo consciente de la importancia de la victoria. No se arrugó en ningún momento ante un rival desesperado, que todavía no puede cantar victoria en la lucha por la salvación.

Pedro León, en alianza con Sarabia, tomó el control del balón en los últimos minutos, pero el equipo de Alcaraz no se dejó intimidar. El entrenador movió el banquillo con criterio. La sonrisa final de Sissoko retrató el estado general del levantinismo al final del choque. El Levante UD recibe el martes al Córdoba en un partido que puede dejar casi virtualmente al equipo en Primera. Quién lo iba a decir.