El Llevant cerró en Riazor una temporada nefasta, con el broche de un partido para olvidar y una derrota por 2-0. Y sin embargo obtuvo la permanencia, el éxito deportivo menos celebrado de su historia. Podía haber sido peor, claro. El descenso hubiese sido dramático. ¿Nadie en la zona noble de Orriols ha valorado cómo de cerca estuvo y las consecuencias que hubiera tenido? La primera mitad del partido que disputó el Llevant en Coruña fue de las peores que se recuerdan desde el regreso a Primera de 2009, sin intensidad ni fútbol. En la segunda, la actitud, al menos, fue otra. La afición «granota» se ha pasado media campaña resignada a no ver fútbol, exigiendo al menos otra actitud, lo cual, aunque los resultados acompañen, es como para preguntarse qué está sucediendo. ¿Alguien se ha planteado esta cuestión? La semana pasada, al comprobar cómo el Llevant se dejaba llevar por la indolencia frente al Depor, me paré a pensar en cómo nos hemos sentido los levantinistas cuando jugábamos en otros campos y esperábamos que el equipo que ya estaba virtualmente salvado hiciera sencillamente su trabajo. Con los precedentes judiciales que tenemos (y aunque no fuese así) uno desearía que el club diera ejemplo en este sentido. ¿Alguien pensó en ello?

En Galicia el Llevant no necesitó siquiera puntuar porque ésta es la peor Liga de la historia, en su parte baja, y ya nadie puede alcanzara sus 36 miserables puntos. El año pasado, fue Keylor quien sacó las castañas del fuego. Para cuando no contamos con uno de los mejores porteros del mundo o no nos acompañe una fortuna insólita, estaría bien que el Llevant tuviese algún recurso futbolístico con el que hacer frente a la situación. ¿Alguien piensa más allá del siguiente partido? Tiempo habrá para analizar qué problemas ha habido este curso para que las cosas hayan sucedido de esta manera. Aunque de poco va a servir. Porque sorprendentemente Quico Catalán ha pasado una capa de barniz sobre la temporada y la ha dado por buena, ha rehuído cualquier atisbo de autocrítica y ha dejado entrever no solo que Lucas Alcaraz seguirá al frente del equipo, sino que tendrá un protagonismo importante en la confección de la plantilla 2015-16.

La entidad sigue dando palos de ciego con su identidad futbolística. Pese a encadenar dos malas campañas que querían ser de transición hacia otros horizontes pero que sólo hacen encallar las ilusiones de la hinchada se sigue en la indefinición absoluta. ¿Qué identidad futbolística tendrá el Llevant del futuro? Una muy efímera, la que le imprima el entrenador de turno. En este caso Lucas, que ha conseguido la permanencia, es cierto, pero con unos condicionantes que no van a volver a coincidir el año que viene, porque son casuales: más fortuna que nunca; la salvación más barata de la historia; la inesperada explosión de algunos futbolistas (Iván, Toño, Morales, Camarasa?), etcétera. A nadie entusiasma que Lucas diseñe el Llevant del futuro y que, cuando se marche, nos legue un modelo de equipo (y unos contratos largos) que debieran haber esbozado a grandes trazos sus gestores y haber concretado la dirección deportiva, acorde a nuestra idiosincrasia y a una valoración realista de nuestras posibilidades.

Tengo la sensación de que en Orriols ya nadie se hace preguntas. Y que se están volviendo a cometer los mismos errores de siempre, los que cíclicamente reaparecen, detrás de una enorme cola de buenas intenciones. Hoy Orriols no se desbordará de emociones para un derbi en que el levantinismo celebre otra campaña en 1ª. Habrá indiferencia. ¿Nadie se pregunta cómo es eso posible? Nadie se hace preguntas; nadie escucha tampoco.