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Trenet a Vallejo

La sobrerrepresentación

Todos los granotas hemos vivido alguna vez esa sensación. El mismo Levante UD que a duras penas mete en Primera a doce mil personas en el campo, tiene en cambio una presencia social desproporcionada

No en los medios de comunicación, ni en las esferas de influencia, ni en las barras de los bares. En esos ámbitos manda el mercado y, numéricamente, somos lo que somos: muy poquita cosa en una ciudad (y «voltants») de millón y medio de personas.

Sin embargo, a la hora de la verdad, en todas las oficinas hay uno o dos ruidosos granotas de esos «muy del Levante» que equilibran una relación que en la calle es de 8 a 1. O aparece un político en las Corts que monta bulla en los pasillos. O un actor que se crió en el Grau. O un guionista que consigue una línea para el Levante en la serie de turno. O un escritor de éxito que hace a su personaje granota. O un «valencià pel món» que saca la bufanda en Qatar. ¿Sabían que tras 35 años de democracia ha habido tantos presidentes xotos (Camps) como granotas (Lerma)? Esta pasada campaña electoral, un periodista preguntaba a cinco de los candidatos a la alcaldía si Levante o Valencia. Dos no se mojaron por aquello de la corrección; uno se reconoció xoto, otro granota, y el último, al que no le gusta el fútbol, apostó por el LUD.

Es un misterio insondable pero hay algo de cierto: estamos sobrerrepresentados. Y es un síntoma magnífico. Aunque casi ninguno de aquellos ilustres vaya al campo y el juego del equipo sea últimamente narcótico, seguimos siendo una pegatina estupenda para el brazo. El que nada a contracorriente, el sufridor ejemplar.A la gente le encantan las minorías, pensar que se sale de la manada y tiene capacidad para vivir su propia vida ajena a las corrientes. Aunque luego todos compremos en Mercadona, veamos Telecinco y no podamos resistir la tentación del cine en un centro comercial frente a la incómoda sala del centro de toda la vida. En ese dilema el LUD cumple su función social. Somos como La 2, como Radio 3, como la tienda de productos ecológicos de la esquina. Somos un espacio muy poco frecuentado día a día, pero que queda de puta madre en una charla con desconocidos.¿Por qué?, se preguntarán. Es el relato. Aunque el club carece de argumentos de éxito que ofrecer, existen muchos elementos de seducción. Más en estos tiempos de mayorías impugnadas, de resistencia, de lucha frente al contexto hostil. Es un tema recurrente en este Trenet y no me resigno a darlo por amortizado, ahora que al fin estamos tranquilos y ya podemos pensar en volver a empezar. Esta permanencia nos concede una nueva oportunidad en todos los sentidos. En lo deportivo, sería un error leerla como una nueva proeza histórica en lugar de lo que ha sido: un bendito milagro conseguido no por méritos propios, sino porque los demás son muy malos. Y van dos años jugando con fuego. Habría que aprovechar esta oportunidad para volver a tomar el control de nuestro destino y no volver a dejárselo al azar.

Sería conveniente, al mismo tiempo, seguir trabajando el relato desde el club, para convertir todo ese capital literario en una masa social más amplia y fiel. ¿Cómo? Llenando de contenido un discurso que a veces peca de hueco, aprovechando sus símbolos, volviendo a pisar sus feudos históricos como (insisto) el Cabanyal, poniendo su hecho diferencial en primer plano. Podemos ser «un equipo de barrio» sin necesidad de ser equipo de un solo barrio. Para que el «qué grande es ser pequeño», el «sí se puede» no sea un eslogan vacío que suene igual que en el resto de estadios.

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