¿Ha podido hablar con Robert Sarver tras el «no»?

Personalmente no. Al acabar la reunión hablé con sus abogados. Me dijeron que nos enviaría un correo, que todavía no me ha llegado. Lo único que sé de él son sus frases que han salido en Levante-EMV. Noté cierto nerviosismo en ellos a partir del sábado. Sabían que la votación iba a depender de la especial idiosincrasia que tiene el club. No podíamos asegurarle que el sentido de la votación fuera a ir en uno u otro sentido.

¿Qué se pierde el levantinismo sin Sarver?

Es mejor pensar en lo que tenemos por delante... Pero hay una deuda aplazada a 20 años y este proyecto nos permitía la posibilidad de partir de deuda cero. Pienso que se han perdido 20 años.

¿Qué tenía la oferta de Sarver para que usted pasara de ser reacio a defenderla?

Yo he pensado como representante de un colectivo y no como José Manuel Fuertes. A lo largo de la negociación he luchado en beneficio del Levante UD. Como nos concedía todo lo que solicitábamos, a Sarver lo veíamos más como un socio que como un inversor. Se planteó ser socios suyos en el futuro nuevo estadio. No era el típico inversor que venía a ganar dinero y a montarse su coto cerrado. Vino a colaborar.

Habla de manera casi idílica...

Las relaciones con ellos han sido extremadamente cordiales. Ha habido sus tira y afloja, pero con un trato entrañable. Le conocí de dos días y nos despedimos con un abrazo. La famosa cena del lunes 20 fue una cena de amigos. No se habló nada de la venta, sí de Valencia, la paella, el Mercat Central, la Albufera...

No se llegó a conocer del todo su proyecto. ¿Hasta dónde llegaba?

El proyecto era sólido. Nos decía que tenía casi atados el patrocinador y la marca deportiva. Sarver y Andy Kohlberg tienen muy clara la idea de lo que es la inversión en deporte profesional, y vienen de ese mundo.

¿Hay un riesgo potencial de fractura, con el voto dividido en Consejo y Fundación, el desencanto de peñas?

A toro pasado será fácil criticar que si la temporada no sale bien la culpa es del Patronato por no traer a Sarver. Lo difícil es tomar decisiones. Se ha tomado una y con ella hay que arramblar y tirar hacia adelante y no volver la vista atrás. Hay que seguir este camino con la frente alta y la mirada larga. En un colectivo como el Levante UD es necesario que haya opiniones divergentes. Es posible que haya una fractura, pero todos remamos en la misma dirección. Nos debe reforzar y abrir foros de discusión.

¿Entiende la postura de Quico Catalán hacia el «no»?

La respeto, como él respeta mi «sí». No todo es 'cabotà'.

¿Apelar al sentimiento, la esencia o los orígenes es un argumento suficiente para decir «no» a una oferta de ese calibre?

Con ese argumento votó no sólo Quico, sino casi todos los patronos que optaron por el «no». No atañe sólo a Quico, con esa idea se pusieron en común muchos.

¿Pero, insisto, le resulta válido como principal argumento?

Es un argumento que se debe respetar.

Ante eso, ¿queda cerrada la llegada de futuros inversores?

Nunca digas de este agua no beberé, pero con todo esto yo creo que espanta a inversores que piensen en el Levante UD. Se encontrarán en que no sólo deben convencer con dinero, sino también con sentimiento. Eso no se compra ni se vende.

Su mensaje a las instituciones fue muy contundente.

Se manifestó la desilusión por la actitud de las instituciones no presentes. Ramón Vilar explicó la situación. Unos lo entendieron y otros no. Un patrono pidió que se hiciera constar en acta el malestar con las instituciones. Es lo que trate de reflejar, transmití el malestar. No cargué contra nadie. No soy quién para criticar a mi alcalde, a la Generalitat o a la Diputación. Yo soy un ciudadano.

¿Le han dado algún tipo de explicación?

La única es de una persona a la que considero compañero de viaje, como Ramón Vilar.

La Fundación parece abocada a redefinirse...

Hay que replantearse el futuro de la Fundación. Ya se lleva estudiando. Es difícil contentar a todos. A ver si en agosto refrescamos ideas.

¿En un escenario sin inversores, se va a plantear la democratización de Fundación y club?

Lo que estaba claro es que si entraba el inversor había que cambiar la Fundación para evitar que se controlara a través del club. Dotarla de independencia. Hay que aprovechar el momento para trabajar en la democratización.

Aunque suene a «déjà vu», por sus amagos de dimisión ¿va a seguir presidiendo la Fundación?

Estoy al servicio del levantinismo. Intentaré irme antes de que me echen. Profesionalmente tengo más trabajo y no puedo dedicarle a la Fundación todo el tiempo que se merece.