Quico Catalán aseguraba el pasado martes que el levantinismo salía reforzado y unido después de la votación del Patronato de la Fundación que dio carpetazo a la oferta de Robert Sarver. Un mensaje que respondía más a una necesidad, o a un deseo, que a una realidad. Apenas 48 horas después del«no» recibido por el dueño de los Phoenix Suns, tras un proceso que desgastó a defensores y detractores, el presidente azulgrana volvía a comparecer ayer para llamar de nuevo a la unidad e intentar calmar la guerra interna no declarada en la entidad y su entorno. Una crisis ya con señales visibles tras la dimisión, oficializada ayer, del vicepresidente Tomás Pérez, uno de los hombres fuertes del Consejo de Administración y que se postuló públicamente a favor de la venta del club.

La gestión de Catalán, sin casi contestación interna en seis años, atraviesa su momento de máxima convulsión por una oferta que no se ha llegado a concretar. El máximo dirigente intentó parar la hemorragia „ reiteró que se siente «fuerte» y que cree «firmemente» en su proyecto„ pero, consciente del enfrentamiento abierto, también se defendió y pasó al ataque. El máximo dirigente no tolera que se diga, como aseguró Robert Sarver a Levante-EMV, que haya ejercido influencias para condicionar el voto del Patronato a favor del «no»: «Ahora de repente parece que la familia Catalán „su padre Pedro también es consejero„ sea quien manda en el Levante UD. Y no es justo. Se me está dando más poder del que creo que tengo, yo levanté mi mano, no por trece personas. Yo levanté mi mano: un voto. Ni mi familia ni yo tenemos ocho votos. Faltaban ocho votos para que saliese la venta», indicó en una rueda de prensa convocada ayer por la tarde tras la urgente reunión del consejo de administración.

El presidente atribuye la opinión manifestada por Sarver a manipulaciones por parte de terceras personas, de un enemigo al que públicamente no identifica pero al que le traslada recados: «Alguien está confundiendo al señor Sarver. Me gustaría que le cuenten la verdad al señor Sarver los que le están informando. A lo mejor es que no convenció a los patronos cuando los tuvo delante la semana pasada en el hotel Westin», indicaba un Catalán que por momentos no podía ocultar su disgusto: «Si al final la culpa de que no se venda es mía, perfecto. Si hay un incendio en Catarroja, también es culpa mía», afirmó.

Ante la insistencia de preguntas sobre la crisis abierta y la posible pérdida de confianza en directivos que supuestamente se habrían reunido con Sarver a espaldas de la comisión negociadora, Catalán reiteraba que tiene la «conciencia tranquila» y que puede «mirar a los ojos» a todos los actores de la negociación. Incluso cree que pecó de haber sido excesivamente bondadoso durante un tenso proceso en el que, a su juicio, tenía todas las de perder en cualquier desenlace: «Cuando una persona toma decisiones desde el pleno convencimiento lo que me siento es muy fuerte. Soy leal, voy de frente. Mi error es que no he condicionado la venta. Creo que he sido demasiado bueno, honesto y posiblemente no he comunicado bien las cosas. A todas las personas con las que he estado puedo mirarle a los ojos. Hubiera decidido lo que hubiera decidido, habría recibido críticas», insistió.

Por último, Catalán recuperó el mensaje de unidad, aunque asume que la sombra de Sarver no se disipará en mucho tiempo: «Creemos firmemente que este proyecto tiene mucha viabilidad. Está en manos de levantinistas y gente comprometida. Si las cosas van mal, la gente se acordará de Sarver. Si las cosas van bien, también. Tenemos que seguir trabajando, pero lo que no entiendo son las mentiras».

Catalán había empezado su alocución informando de su vicepresidente Tomás Pérez. Una decisión trasladada el miércoles y que, pese al intento de frenarla, tenía un carácter irrevocable. El presidente sólo apuntó que Pérez, al que agradeció su dedicación, había renunciado «por motivos personales» y no ahondó sobre su posicionamiento favorable a Sarver. Con la dimisión, son ocho los directivos y no se prevé ningún sustituto hasta septiembre.