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Bombeja agustinet

¿Un club democrático?

El lunes previo a la reunión en que se votó en contra de la venta del Llevant a Sarver, hubo en el Ateneu Marítim una especie de «asamblea bolivariana» (Pedro Catalán dixit), impulsada por Cosido (peñas), Fuertes (Fundació), Serrats y Grima (SAM), y Latorre (veteranos). Pero realmente, ¿tenían el mandato de sus entidades para apoyar el sí, como venían haciendo desde días atrás? Una minoría de las peñas había votado. Primero por el no y, tras esta reunión, por el sí. Los patronos lo hacían al día siguiente. Tampoco el SAM ni los veteranos habían reunido a sus miembros con anterioridad, que se sepa. ¿Qué legitimidad tenían para representar a una parte del levantinismo? El acto en realidad (convocado la víspera de la votación decisiva, como ejemplo de la supuesta transparencia del proceso de venta) solo pretendía ser una medida de presión para los patronos, pero sucedió lo contrario: quedaron al descubierto más dudas y claroscursos que antes. Harina de otro costal son los que predicaron por facebook el derecho democrático a una votación para acabar con la democracia, o con su posibilidad.

Quico Catalán apenas está un poco más legitimado: periódicamente la Fundació, hasta hace bien poco controlada por el Consejo con la complicidad de las instituciones del PP, avalaba la gestión y ratificaba al propio Consejo. Todo en casa. La Fundació fue el instrumento para salvar al Llevant de la desaparición y cumplió su función de estabilizarlo. Hoy se impone una refundación democrática y estructural sobre la base actual (con la que hemos vivido los mejores años de nuestra historia) para blindar todo el patrimonio material e inmaterial de la entidad, muy valioso económicamente. Si no, ¿a qué santo la «opa» de Sarver?

Vender siempre suele salir caro. Por eso solo se hace por necesidad y el Llevant no la tenía. Cuando lo que se vende es un club que miles de personas sienten como propio, la ecuación se complica, pues irrumpen intereses particulares. Quico, pese a la calculada ambigüedad, estaba por la venta pero cambió de opinión, como reconoció ayer a Vicent Chilet en estas páginas. Parece que además de los impulsores de la asamblea, los consejeros Martínez, Víctor y Javier, fueron muy tenaces a favor del sí hasta el final.

Ha trascendido que pudieron departir con el de Tucson al margen de la comisión negociadora. Si fue así, tal vez solo hablaron de sus cosas, de inversiones o asesoramiento patrimonial a futbolistas. La capitalización extranjera en el fútbol europeo es una burbuja peligrosa. En la Premier, ejemplo para algunos de la conciliación entre negocio y sentimiento, no es oro todo lo que reluce, pese a la fortaleza estructural de sus clubes. En España ha sido un desastre, en general. Los sueños de grandeza han instalado el drama en muchas hinchadas. Y es que la llegada de un jeque o un rockefeller no garantiza nada más que incertidumbre a medio plazo y mandatos presidencialistas. Solo suelen ganar los intermediarios. Mucho dinero.

La Fundació podría quedar con una parte de acciones y «colocar» el resto al levantinismo, a 3-4 años vista y con un reparto que dé estabilidad. Hay que crear instrumentos de control y regular el acceso a Consejo y Fundació, implantar la transparencia económica y de los procesos de contratación, hacer públicas cuentas y sueldos, limitar los mandatos o dar mayor protagonismo a la afición. Solo son unas coordenadas a desarrollar para abordar el apasionante (e inaplazable) reto de la democratización del Llevant.

Nadie tiene más capacidad que el propio Catalán para liderar el proceso bajo la supervisión de una comisión plural que garantice la transparencia.

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