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Bombeja agustinet!

El insular, mayo del 59

El tomo 3 de la Historia del Llevant UD incluye entre sus 800 páginas un lujazo de relato. Ya publicado en 2005 por Levante-EMV y dedicado a Regües, a P. Sempere y a mí mismo, Un paraca en el Insular empareja los destinos del padre del autor, Rafa Lahuerta, y los del Llevant. Durante el protectorado español (1912-1956/58) en la costa atlántica de Marruecos sobresalieron algunos destacamentos valencianos: por ejemplo el que arrió por última vez la bandera en Villa Bens (actual Tarfaya), ese pueblo donde se abrazan las arenas del Sáhara y el mar y que inspiró El principito de Saint-Exupéry.

También los paracaidistas de Sidi Ifni que, ya destinados en Canarias, animaron al Llevant en el Insular el 17 de Mayo de 1959, entre ellos Lahuerta padre, quien días antes del partido, estuvo a punto de embarcarse en un mercante argentino y enviar a paseo al ejército de Franco. El capitán le ofreció los cebos habituales: una mujer en cada puerto, países exóticos, buen sueldo y trabajo con vistas al mar. La tentación era poderosa. El problema fue que el barco zarpaba tres días antes del partido del Llevant de Wilkes, que encandiló a Mestalla unos años antes y era su gran ídolo, el que lo confirmó para los restos en la militancia valencianí. Así que el joven Lahuerta descartó la vía marítima.

Unos años después de abordar la compra de Vallejo y salvar uno de los peores escollos de su historia, el ascenso 58-59 era la piedra angular de un futuro de esperanza para el levantinismo. Y la frustración iba a ser enorme. El Llevant porfió con el Elche hasta el último suspiro por el liderato del grupo, que daba el ascenso directo. A falta de dos partidos estaban empatados a puntos, pero los blaugrana fallaron con estrépito en su visita al Málaga, vicecolista (2-0). En la última jornada, el Elche de Mezquita y Pauet visitaba el complicadísimo feudo del Tenerife y el Llevant recibía al Ceuta en Vallejo. Una derrota ilicitana y un triunfo granota dejarían el ascenso en el Cap i Casal, pero los franjiverdes no fallaron (0-3) mientras los blaugrana no pasaban del 0-0 ante un rival de medio pelo. Quedaba el último cartucho: la promoción ante Las Palmas. La decepción en el seno del club por los últimos partidos llevó al presidente a cesar a Álvaro. Para la decisiva eliminatoria ante los canarios tomaba las riendas el mítico Agustí Dolz, hombre de la casa curtido en mil batallas.

En el Pont de Fusta los canarios fueron superiores (1-2). Wilkes mostró su cara más indolente y, unos días antes del partido de vuelta, con el ascenso en juego, el holandés errante se apuntó a un amistoso entre Valencia e Inter. Nadie le disculpó la irresponsabilidad y no subió al avión con destino a las islas afortunadas. Lahuerta senior se quedó sin hacer las Américas y sin Wilkes. Candi; Torres, Marañón, Camarasa; Montejano, Esparza; Vila, Guerrero, Paredes, Espejín y Llona pudo ser un once de los que se recitan de carrerilla, pero la escuadra granota embarrancó en la desdicha: Llona igualó la eliminatoria pero Torres se lesionó en el 40´ y dejó al equipo con diez. Cuando los canarios empataron (63´), el Llevant sacó la raza y mereció al menos forzar el partido de desempate. El ascenso tardaría cuatro años en llegar y en la campaña 64-65, palmenses y valentinos coincidieron por primera y última vez, hasta hoy, en 1ª. En Vallejo el partido del chiste acabó en tablas (2-2); en El Insular se impusieron los canariones (1-0). ¿Qué hubiese cambiado para el Llevant con el ascenso del 59? ¿Qué hubiese sido del padre de Lahuerta, si no se hubiese quedado en tierra para ver a Wilkes? Quién sabe. En el fútbol y en la vida, como dejó escrito Cervantes, «donde una puerta se cierra, otra se abre».

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