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Orriols alto

La sonrisa de Lucas

El pasado sábado Valencia CF y Levante celebraron, un año más, el derbi de la ciudad de Valencia. En esta edición, la contienda estuvo marcada por las dinámicas negativas que arrastraban ambos equipos con un denominador común en las dos aceras de Primado Reig: incapaces de competir frente a sus rivales directos, y con un fútbol pobre, por momentos, indolente e infumable.

En el fútbol los resultados y el poder de la pelota entrando „o no„ se imponen a cualquier lógica y análisis racional. Pero en el caso de los levantinistas, el relevo en el banquillo ha supuesto sin duda una catarsis colectiva. Más sorprendente aún ha sido la reacción casi unánime de todos los estamentos del levantinismo a esta decisión. Consejeros, director deportivo, capitanes, empleados de la casa y afición, parecen haber despertado de un largo letargo, como si la era Lucas (y Caparrós) hubiese anestesiado a la grada del Ciutat hasta arrastrarla hacia el peor de los desprecios: la indiferencia.

A Alcaraz hay que reconocerle una cosa; es un entrenador honesto, de los que va de cara y prefiere que los resultados hablen por encima de cualquier rueda de prensa o titular. Supongo que una de las máximas del granadino podría ser; más pizarra, y menos Twitter.

Pero al anterior inquilino del banquillo granota, ni en los mejores momentos se le vio sonreír. En días pares e impares, un hombre de gesto serio, discurso plano, y defensor a ultranza del fútbol rancio. Él no engaña a nadie; esa es la sonrisa de Lucas.

Con estas credenciales parecía claro que en cuanto la cosa se torciera, saltaría por los aires. La realidad es que un entrenador de transición fichado para conseguir la permanencia, inevitablemente debía dejar paso a uno capaz de liderar un proyecto deportivo renovado. Alguien se olvidó de revisar la fecha de caducidad, y decidió seguir los consejos del exministro Cañete. Y pasó lo que tenía que pasar, la presencia de Lucas comenzó a causar indigestión.

Llegó Rubi. Bien podría decirse que en una semana el Levante ha pasado del blanco y negro a los sueños en tecnicolor. Al catalán se le exigirán resultados, como a todos los técnicos, pero su llegada ha sido un golpe de efecto, transmitiendo ambición e ilusión desde el minuto uno. Lo reconozco, a mi me ha convencido. Ojalá hubiera llegado el 1 de julio.

Saldrá bien o mal, pero resulta difícil no ver en Rubi la misma actitud con la que llegaron los entrenadores de la mejor época de la entidad: Luis García y JIM. Porque no hay ningún combustible más potente en el fútbol de élite que el afán de crecer. Por eso celebro que Manolo Salvador vuelva a apostar por anónimos alejados del egoísmo, que saben que el éxito pasa por la sinergia y el proyecto compartido. Es la audacia del recién llegado, del que no tiene nada que perder.

Si el Levante recupera ese espíritu intrépido no sólo salvará la categoría, sino que la sonrisa volverá a Orriols.

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