El Llevant sigue en la cola de la tabla. Sin embargo, no cunde el pánico. Es lógico, pues tras el pleistocénico estilo de la era Caparrós-Alcaraz, el hincha granota disfruta de nuevo del fútbol. La escuadra blaugrana se enfrenta ahora con valentía e insolencia a cualquier rival y busca siempre y sin complejos la victoria, en casa o fuera. El equipo ha crecido táctica, técnica y hasta físicamente. Por todo ello no cunde el pánico, aunque los puntos lleguen con cuentagotas. Manolo Salvador también respira. Su labor fue muy criticada durante las tensas últimas semanas de Alcaraz, pero el nuevo míster está demostrando lo que algunos defendimos desde principio de temporada: hay equipo. Y tanto. Solo faltaba quien les hiciera bailar. Y existía también cierto exceso de expectativas, que son el preludio de las pañoladas en el mundo del fútbol, y del fracaso en la vida.

No cunde el pánico. Y hay dos síntomas que lo delatan: uno es el respaldo a la gestión de Quico Catalán, que obtuvo el apoyo de la Fundación (un 70 % del total) y del 90 % de pequeños y medianos accionistas. Las cifras de beneficio presentadas no deben, en todo caso, de ninguna de las maneras, enfriar el proceso de democratización, inaplazable. El segundo síntoma es que, pese a llevar 11 puntos en 14 jornadas, está en el orden del día la remodelación del estadio, lo que delata una enorme confianza en el futuro; también en el más inminente, que no se plantea en otro escenario que no sea la élite.

Orriols, 46 años después de su inauguración, necesita una urgente reforma estructural. Y es que ha habido que cerrar un vomitorio por el desprendimiento de cascotes durante un partido y no es la primera vez que sucede. El cemento cuarteado de los pilares o la cubierta de tribuna no generan mucha confianza. Se habla también de cerrar las fachadas, de un museo, de cubrir todo el estadio€ Reformar y acondicionar la casa del levantinismo es un ejercicio de responsabilidad y dignidad con todos y cada uno de los granotes.

Es también el momento oportuno de reivindicar Orriols como el hito arquitectónico que es. El diseño de Juan José Estellés se ha revalorizado con los años y el estadio está reconocido como uno de los mejores de la Liga donde ver fútbol. Es una bombonera, un emblema, una parte esencial del rostro urbano de Valencia, además del teatro donde laten miles de corazones cada quince días para engrandecer el sentimiento granota. Por todo ello, y por lo que Orriols guarda de memoria del último medio siglo, no tendría sentido remozarlo sin respetar su fisonomía y por eso es esencial no cubrir las cuatro gradas.

Echar mano del paraguas dos o tres veces al año y disfrutar del sol y el aire de la huerta próxima el resto de temporada es un privilegio difícil de comprender para el «granota de tribuna». Orriols es uno de los grandes símbolos del levantinismo, material sensible de primera magnitud. Su reforma debe ser proyectada y abordada con urgencia pero con cautela. Hoy rinde visita el Granada. Y el Llevant necesita dar uno de esos pequeños grandes pasos (vencer) para seguir soñando con proyectos como éste. Hoy necesitamos un «buen día» (o si no, un conjuro astral; un golpe de suerte; un acierto de cara a gol en un momento clave, etc.) y celebrar la victoria al ritmo de Los Planetas.