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Zouhair Feddal (Tetuán, 1989)

Las mil vidas de Feddal

No le gustaba el fútbol, pero se enamoró de un balón en las plazas de Tetuán. Jugó con el Barça, apalabró su fichaje por el Madrid y encandiló a Pochettino

«Zou» Feddal se ha afianzado como central titular en el Levante UD de Rubi. j.m.lópez/sd

La esperada remontada del Levante UD tiene dentro de su vestuario un ejemplo de superación: Zouhair Feddal (Tetuán, 1989). Su carrera, deportiva y vital, ha muerto y resucitado más de mil veces. «Yo no soy un gran jugador, estoy creciendo y quiero progresar. Por eso le vengo bien al Levante UD y el Levante UD me viene bien a mí», confiesa el central marroquí, quien relata su historia casi sin pestañear:

«Mi padre y mi madre son de Marruecos, mi padre era taxista y se tuvo que ir a buscar un mejor futuro para nosotros. Estaba en España y volvía a casa para ayudar en la economía familiar. Mi tío, que hacía de padrastro, organizaba partidos de fútbol sala. A mí no me gustaba el fútbol y no quería ir. Hasta que me compraron una pelota de plástico y empecé a jugar en la plaza, en la calle. De ahí fui al Atlético Tetuán. Jugaba de extremo y metía muchos goles. Pero nos tuvimos que ir a Figueres, con mi padre. Me apunté en el Penya Blanquiblava, un equipo de marroquíes y gitanos, todos muy buenos, pero infravalorados por el resto de equipos. Estaba en sexto de Primaria. El entrenador, Cabalga, me iba a llevar al Betis a probar, pero murió. De ahí me fui al Peralada, hice un buen año y se fijó en mí el Mónaco. Me cogieron, me quedé un año allí pero lo pasé muy mal. Estaba solo y era aún pequeño. Así que volví a Figueres y fiché por el Mataró, en División de Honor juvenil. Al final de la temporada, Albert Benages, que trabajaba para el Barça, me invitó a un torneo en Suiza con ellos. Era una prueba para el Barça C. No estuve a la altura. El Mataró entró en problemas económicos y me quedé ‘tirado’. Un amigo creó el UE Vilajuïga y le compró al Figueres la plaza en Tercera División. Con ellos, donde estaba Jordi Masip y Víctor Rodríguez, jugué 36 partidos. Sergio Lobera me llamó para jugar en el Terrasa, en Segunda B. Pero se fue muy pronto. No nos pagaban. Estuve seis meses sin cobrar y vivía con cinco jugadores en un piso. Calderé me fichó para el Teruel. No quería ir, pero necesitaba el dinero. Estuve seis meses y me volví a Marruecos porque no jugaba. Lobera me repescó entonces para el San Roque de Lepe. Entonces estaba tramitando mi pasaporte español y se fijó en mí el Charlton, en la segunda división inglesa. Jugué con ellos un amistoso contra el Tottenham y lo hice tan bien que me querían fichar, pero el pasaporte español no se pudo hacer y eso impidió el fichaje. Entonces me salió la oportunidad del Espanyol B, una opción de volver a estar cerca de casa. Pochettino me vio y me quiso para el primer equipo. Alternaba con ellos los entrenamientos a la espera del pasaporte español, que ellos me gestionaron. A falta de un mes para jugar la Copa África sub-23, la que da el billete a los Juegos Olímpicos, me lesioné. El Espanyol no quería que yo fuera, pero me recuperé y fui. Nos clasificamos para los Juegos. Al volver de Marruecos vi que eso no había gustado y regresé al filial. Apareció la posibilidad del Madrid Castilla para jugar en Segunda, porque Paco de Gracia me quería. Pero Florentino fichó a Zidane para la cantera y aunque el fichaje estaba hecho, todo se paralizó. Hubo cambio de planes y me marché a Dinamarca, a un equipo que iba a jugar Champions. Sin embargo, me dejaron tirado en el aeropuerto. Nadie vino a por mí. Compré el billete de vuelta y regresé a Marruecos. El mercado estaba cerrado y un amigo me hizo sitio en un equipo de Marruecos. Me pagaban bien y recuperé mi mejor nivel, jugué la Copa África local y me vio el Parma, que pagó 500.000 euros por mí. Firmé cuatro años. Era el último día del mercado. Donadoni me dijo que me fuera cedido al Siena, para coger ritmo. Jugué 30 partidos y cuando vuelvo al Parma el club entra en quiebra. No pudo jugar la Europa League porque no podía pagar los 300.000 euros de licencia. Busqué una salida y fui al Palermo, donde por motivos personales sólo estuve hasta enero. Volví al Parma, donde ya no había dueño ni dinero. Los jugadores nos quedamos solos, peleando por nuestro orgullo y para que alguien se fijara en nosotros. Era un vestuario genial y entrenábamos como si nos estuvieran pagando. Acabando la temporada me llamó Alcaraz. Volver a España era algo muy bonito y no quería arriesgarme a vivir otro episodio como el del Parma. Por todo eso creo que la suerte no existe. Hay que ser constante y estar preparado, en el lugar adecuado y en el momento adecuado».

«Sin el fútbol, podría haber acabado en la droga o en la cárcel»

«No he visto nunca racismo hacia mí, pero sí me he sentido rechazado, quizá por ser de una familia humilde. Siempre iba solo, con la mochila, en metro, en autobús. Mucha gente pensaba que era un delincuente. Mis padres me han llevado muy bien, pero sin el fútbol, para buscarme la vida podría haber acabado vendiendo droga o en la cárcel, como algunos de mis amigos en Figueres. Por ser musulmán no sufro. Lo que hagan dos locos... si la gente me identifica con ellos se equivoca.. El Islam no tiene nada que ver con eso», explica Feddal en alusión a los atentados en París.

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