Al Llevant le falta ajustar algunas carencias pero sobre todo cambiar de dinámica. Sin embargo Rubi dejó escapar la oportunidad de hacerlo en Cornellà. Al anunciar el once titular, tiró la Copa y, con ello, desaprovechó la oportunidad de haber aterrizado en San Mamés con un estado de ánimo distinto. Al Llevant de la liga le falta firmeza en el centro de la zaga y acertar con el último pase para que Deyverson y Roger puedan recuperar el idilio con el gol que se les presupone. Pese al buen nivel que está mostrando Feddal, Navarro no acaba de ser el de años atrás y, desde luego, Juanfran ya no está para jugar al máximo nivel, como evidenció en Barcelona, de nuevo. El capitán debiera valorar una retirada a tiempo, antes de dilapidar el escaso crédito que le queda.

Así las cosas, el tiro en el pie de Rubi en Cornellà empezó por el desbarajuste del centro de la zaga, un coladero donde Caicedo campó a sus anchas. Tampoco la medular alineada, roma de fuelle, contribuyó a mejorar la situación: Verza no es un stopper que digamos y José Mari, sencillamente, no es futbolista de Primera. Sin más horizonte que fiarlo todo a un arreón final, el Llevant apenas puso en aprietos al Espanyol.

En el complejo entramado que es el mundo del fútbol, los encajes de bolillos que se cuecen tras el telón están a la orden del día. Sí, hay que buscar equilibrios para que un vestuario con 22 tipos (que se creen los mejores del orbe) no sea un polvorín. Sin embargo el Llevant está contra las cuerdas, con once puntos, colista y están en juego la permanencia y, por ende, la viabilidad económica del club. Más que para engordar vanidades, sus técnicos están para buscar soluciones, de urgencia, donde las haya. Algunas pueden estar en la cantera (como demostró Traver, uno de los mejores en Copa) y no tiene sentido que los tipos con mayor progresión se vean taponados por futbolistas que todos sabemos que no tienen ya ninguna posibilidad de ser importantes en el Llevant. En invierno debe haber bajas. Son fundamentales para preservar el buen ambiente. Hay que dejar la plantilla en 16-17 fichas profesionales y, cuando sea preciso, convocar a los chavales.

En cuanto a los refuerzos, si el «bueno, bonito y barato» es de por sí difícil en cualquier momento, la experiencia demuestra que en invierno es prácticamente imposible. Se incorpora Cuero y se anda detrás de un central y un mediapunta que asuma el rol de Barkero, cuyo testigo sigue huérfano. Hay quien exige también un delantero, pero el problema no radica ahí. Al equipo, en todo caso, le falta alguien que dé el último pase. El cambio en la portería también parece cantado, tras el partidazo de Mariño en Cornellà y la actuación de Rubén ante el Granada.

En definitiva, nada nuevo bajo el sol: hay demasiado en juego como para andar con miramientos. Los ajustes son necesarios y vendrán bien, pero lo importante sigue siendo afrontar cada partido, cada minuto de cada partido, con una intensidad rayana en la locura, que acongoje al rival y lo acogote. Permítanme que insista: 120%. Jugar al 120%. Es el único camino. Y más en la Catedral, ante el rival que más claro tiene el plus que ofrece esto del 120%.