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Muerte y resurrección

Resulta sorprendente que aún existan personas que se cuestionen los motivos por los que el fútbol es el deporte imperante en nuestra sociedad. Para los agnósticos del balompié, un buen ejemplo para acercarse a la luz es el carrusel de emociones que ha atravesado el levantinismo durante la última semana, que bien podría titularse: muerte y resurrección.

El épico viaje que encabezaron los 114 a Eibar había de ser un punto de inflexión para el Levante. Un partido marcado en rojo por todos los estamentos del club que terminó en un cúmulo de ilusiones quebradas, decepción e indignación. Por si faltaba poco, la apertura „y archivo„ del caso Trujillo añadió más leña al fuego, si cabe. Todas las señales pare-cían indicar el inicio de la dinámica autodestructiva que suele preceder al desastre.

Ha sido una semana dura. Muy dura. Todos los que de verdad sentimos el Levante como propio hemos pensado, en algún momento u otro, que esto se hundía, que ya no había remedio, y que lo mejor era prepararse para lo peor y encajar el golpe con la mayor dignidad posible. Sin embargo, lejos de abrazar la desesperanza, y con las heridas de Ipurua aún abiertas, la hinchada granota volvió a dar un paso al frente, señalando el camino para lo que resta de temporada. Un acto de fe para algunos. Para otros, un acto de amor por los colores.

Cabeza, corazón y cojones. La plantilla de Rubi hizo suya la arenga del desaparecido Pantera, brindándole a la grada una exhibición de superioridad futbolística que recordó al mejor Levante de otros tiempos. Al ritmo de Morales, y bajo la batuta de Joan Verdú, el salto de calidad tantas veces preconizado es hoy una realidad patente. Siempre nos quedará la duda de saber qué habría ocurrido de haber podido contar con estos jugadores, y este entrenador desde el 30 de junio.

Tras la semana en la que el levantinismo perdió y volvió a recuperar la autoestima, todos los esfuerzos deben centrarse en promover un desplazamiento masivo de la afición a El Madrigal. La invasión de Vila-real debe de ser una prioridad absoluta para el club. Se debe seguir el ejemplo de otros equipos que han visitado el Ciutat esta temporada „Deportivo, Rayo Vallecano„ para pintar «la pecera» de azul y grana.

Ahora o nunca. Los resultados de la jornada invitan a la esperanza, y tras diez jornadas de travesía por el desierto, el Levante ya no es el colista de Primera División. Aún hay quienes desde dentro alientan el pesimismo. Los adeptos a la crítica destructiva no tienen cabida en este viaje, en el que la lucha, el sacrificio y el compromiso son claves para poder lograr, entre todos, el objetivo.

No perdamos nunca esta perspectiva. El fútbol es una fábrica de sueños, pero también es capaz de alimentar las más bajas pasiones. A aquellos que abrazan el discurso fratricida de cuanto peor, mejor, no basta con ignorarlos. Cuidado con los movimientos subterráneos que ansían el fracaso colectivo, y que buscan únicamente el beneficio propio. El levantinismo está muy por encima de las tentaciones egoístas y sectarias que algunos promueven desde la sombra. No todo vale, y lo último que necesita la entidad en este momento es una demolición desde dentro.

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