El levantinismo vuelve a sentirse con fuerzas para luchar por la permanencia. Y no únicamente por sumar tres puntos que colocan la salvación a un solo partido y con un calendario más amable que el del resto de su competencia. Ganar el derbi de la ciudad por cuarta vez consecutiva como local supone toda una inyección emocional en un momento todavía comprometido para el equipo y la afición.

El final del encuentro dejó la estampa de la sólida identificación entre el equipo de Rubi y la grada. Los jugadores formando una piña, abrazados con el aplauso de la hinchada. Fue la culminación de un encuentro en el que la afición «granota» alentó desde el principio a los suyos en busca de una victoria trascendental. «A tu lado», esa bandera generacional de Los Secretos, convertida en himno oficioso del club desde la salvación de 2011, se entonaba en los minutos previos con un fervor casi religioso. Todo ese calor y colorido ambiental contrastaba con la lánguida actitud de un Valencia que no transmitía estímulo alguno a su millar de aficionados, que acudieron con la sospecha de que su equipo podría castigarles con la enésima decepción de esta temporada eterna.

En los seguidores locales el partido se respiraba con la misma intensidad con la que Deyverson presionaba sobre Abdennour o Simao Mate marcaba el territorio en la medular. La necesidad de los puntos era tan alta que, durante bastantes minutos, las clásicas alusiones al rival eran casi inexistentes. Antes primaban los ánimos al equipo o las protestas sobre el colegiado, Del Cerro Grande, al que se le exigió una posible segunda amarilla sobre Parejo en la primera parte.

Solo a partir del gol de Pepito Rossi, y con el viento de cara ante la sonrojante incapacidad del Valencia de meterse en el partido, Orriols se relajó y sacó a relucir el conocido repertorio irónico a su vecino: «Es un xoto el que no bote» y «El Valencia es de los chinos» „en alusión al propietario del club de Mestalla, el singapurense Peter Lim. Con el final del encuentro, el estadio rugió con el «Sí se puede!» mientras los futbolistas blanquinegros hicieron un amago de saludar a sus aficionados, pero se encontraron de vuelta con un «Jugadores, mercenarios». El partido se vivió con total normalidad en la grada, con aficionados de los dos equipos conviviendo en perfecta armonía.