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Bombeja agustinet

Paso de gigante

Ayer, cuando el trencilla señaló el camino de los vestuarios, tras los primeros 45 minutos, el once levantino quedó cabizbajo y frustrado bajo la luz de marzo, huérfano de recompensa, pese al esfuerzo y el coraje esgrimidos. El guión sonaba familiar y un mal presagio recorrió el espinazo de muchos granotes. El Valencia se marchaba vivo al descanso (0-0), como en la ida, en Mestalla, donde también había sido el Llevant quien había puesto el fútbol y las ocasiones. En aquel entonces los de Nuno destrozaron, en 15 minutos de la reanudación, el debut soñado que Rubi había llegado a paladear.

El Llevant necesitaba la victoria de forma imperiosa, por mil razones, y así lo entendió el Ciutat, que tuvo en ese momento, al fin de la primera mitad, un guiño con su propia esencia, y ovacionó a los suyos, puesto en pie. Fue el abrazo que Deyverson y los demás necesitaban para seguir creyendo, un gesto de fe. Un Valencia indolente y timorato invitaba, además, al optimismo. Alguien vaticinó lo que estaba por llegar: «Ni l´àrbit ni la sort ni res de res salven hui als xotos de perdre». Era una sensación, más que una bravuconada.

Los levantinos acabaron exhaustos, pero merecieron holgadamente la victoria. Entregaron la vida en cada balón dividido, estuvieron rotundos en defensa, pese a las bajas, dominaron la medular con la omnipresencia de Simao y el fuelle de Lerma, y coquetearon con el buen fútbol, por gentileza de Morales y sobre todo de Deyverson, con quien anoche soñaron Mustafi y Abdennour.

Sin embargo, fue Rossi el que maquilló su mediocre partido con un gol de pillería, el que daría al Llevant tres puntos vitales. Un paso de gigante, en la tabla y para la esperanza.

El reto ahora es mantener el nivel competitivo lejos de Orriols, donde las prestaciones defensivas se reducen y el dibujo táctico se resquebraja. Se impone trabajar las coberturas, dotar a la medular de músculo e intensidad y no confiar en exceso en que se repita un milagro como el de Anoeta. Riazor, con el Depor en tierra de nadie, es un escenario magnífico para seguir soñando.

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