Cuando la tensión agarrota las piernas de los jugadores y la presión hace insoportable el peso de la camiseta, la inteligencia marca la diferencia. En el fútbol actual, en el que todo parece tan igualado, es lo que distingue a los buenos de los muy buenos. Por eso, el talento y la habilidad de Luis Alberto y Lucas Pérez fueron suficiente para derrotar ayer a un tímido Levante UD, al que no le valió para nada una jugada soberbia de Giuseppe Rossi. El italiano, a años luz de su estado de forma ideal, es capaz de marcar un gol de la nada.

El mazazo de ayer, encajando un gol a cinco minutos del final cuando todo parecía desembocar en un punto de oro, supone un cruel paso atrás del Levante UD en la pelea por le permanencia, de nuevo a cuatro puntos. Los de Rubi, víctimas del infortunio y los errores propios, parecen condenados a no encadenar dos victorias consecutivas. Condenados a sufrir.

El primer tiempo se disputó entre el miedo a no perder, al menos hasta la media hora de juego, cuando las defensas empezaron a perder eficacia debido al cansancio. En los quince minutos iniciales el Deportivo quiso marcar el ritmo con Mosquera y Borges, que se encargaron de surtir de balones a Fayçal y Lucas Pérez. Los dos, de forma descarada, cayeron a la banda derecha gallega para buscar el uno contra uno con Juanfran. El defensa levantinista sufrió, sobre todo porque apenas contó con las ayudas de Verdú, pero mantuvo el tipo. Con todo, los blanquiazules cosecharon un disparo lejano de Borges, a las manos de Mariño, como única ocasión. La pareja Medjani y Feddal, que mejora cada día, aprobó con nota en su cita ante las primeras embestidas de los de Víctor Sánchez.

Así, con las tablas en el marcador, el Levante UD dio un paso al frente mientras Riazor comenzaba a dudar de los suyos, sin tropezarse con la victoria en los últimos trece partidos. Verza emergió, pero alejado de la frontal, mientras Morales, Rossi y Verdú intentaban llevar a cabo combinaciones al primer toque con una desesperante imprecisión en los metros finales. El Levante UD acusó entonces la fata de pegada.

A falta de un cuarto de hora para el descanso todo saltó por los aires. Fayçal, Luis Alberto y Lucas Pérez entraron en calor y devolvieron a los de Rubi a su campo. El primero rozó el gol con un disparo cruzado, desde el vértice derecho del área, que Mariño acarició con los guantes para enviar fuera. Sólo Morales, en un balón colgado a la espalda de Luisinho, fue capaz de responder con una volea tras una larga carrera. Su tiro, seco, acabó con el balón besando la parte externa de las redes de la meta de Lux. Fue en el último suspiro del primer acto cuando llegó el mazazo. Lucas Pérez, siempre activo, se inventó una jugada personal en el costado izquierdo, superó a Lerma, entró en el área y sirvió un letal pase de la muerte a Luis Alberto.

El delantero gaditano falló en el primer remate, pero se hizo con el rechace y, en lugar de precipitarse, se sacó de la chistera una maniobra prodigiosa en un palmo de terreno con la que tumbó a Mariño y a la zaga azulgrana antes de marcar a placer. Riazor rugió de alivio y se marchó al descanso celebrando la salvación virtual.

El cuarto gol de Rossi

Sin embargo, el Levante UD no había dicho su última palabra. Al regresar de la caseta, la chispa de Rossi encendió el partido. Recogió un pase de Verza en el área deportivista y cuando todos esperaban el disparo forzado, quebró con una clase exquisita que rompió la cadera de Arribas. Sin despeinarse, el ex de la Fiorentina resolvió con clama para empatar el partido y poner patas arriba la lucha por la salvación. Su gol, el cuarto desde su llegada a Valencia, rescató a los de Orriols, que se envalentonaron y fueron a por los tres puntos. Verza, Verdú y Morales crecieron en campo contrario y el balón buscaba las botas valencianas. El Dépor se relamía las heridas, a al espera de su momento, en un Riazor descolocado.

Pero los gallegos fueron más valientes en el tramo final y quemaron todas las naves. A cinco para el final, un centro pasado desde la derecha fue rematado por Luis Alberto de forma inverosímil. Mariño atajó de primeras, pero el cuero cayó en las botas de Lucas Pérez, que remachó con el alma. El balón dio en el palo, rebotó en Mariño y acabó entrando con crueldad para volver a tumbar a un desdichado Levante UD, obligado a levantarse ante el Sporting.