En el Villamarín, donde hace cinco años el Levante UD degustó las mieles del éxito con un liderato histórico, anoche comenzó a despedirse de la élite del fútbol español. Lo hizo, como viene siendo habitual, en otro partido bien planteado —serio, correcto y agresivo— en el que la balanza se decantó en los últimos diez minutos con un gol de Rubén Castro. Un enésimo mazazo que hunde a los azulgrana en el fondo de la tabla y los deja sin aliento para luchar por la salvación. Las opciones de permanencia existen, pero la esperanza se agota con otra derrota traumática.

Los sorpresivos cambios de Rubi en la alineación surtieron efecto en el primer tiempo. Y es que, cuando la permanencia granota parecía depender del tridente Morales-Rossi-Deyverson, el técnico catalán decidió anoche dejar en el banco al canterano y al brasileño. Apostó por poblar la zona media con cuatro centrocampistas natos —Simao, Camarasa, Lerma y Verdú—, renunciar al juego por los costados y apoyar a Rossi con Casadesús. Con este planteamiento, el Levante UD ganó en seriedad y consistencia en defensa, así como en verticalidad en ataque. Eso sí, sufrió mucho en las bandas, porque el Betis de Merino apoyó todo su fútbol en el desequilibrio de Joaquín y el joven Musonda. Con las incorporaciones de Montoya y Molinero, los extremos verdiblancos buscaron de forma insistente el uno contra uno con los laterales levantinistas. Juanfran y Pedro López, aguerridos y experimentados, dieron la cara y abortaron la mayoría de los centros al área, a los que casi nunca llegaron Jorge Molina y Rubén Castro. De hecho, en todo el primer tiempo Mariño sólo ofreció una intervención de mérito. Fue para atajar un pase de la muerte de Musonda, al que apenas llegó Molina.

Unos minutos antes el Levante UD había disfrutado de la mejor ocasión del primer acto. Casadesús controló de manera acrobática el cuero dentro del área tras un centro de Lerma y, en lugar de rematar, el balear cedió el balón a Verdú, con todo a favor para embocar. El exbético, silbado toda la noche por su antigua afición, quiso amortiguar el golpeo con el interior de la bota derecha, pero no coordinó bien los movimientos y chutó fuera.

Tanto Casadesús como Verdú fueron lo mejor del Levante UD en los primeros 45 minutos. El catalán, omnipresente, tomó la batuta y dirigió al equipo con mano firme. Colaboró en la salida del balón y apareció en el momento justo para dar el último pase. En cuanto al delantero balear, si bien es cierto que carece de la contundencia de Deyverson en el remate, también lo es que su movilidad y sus recursos fuera del área crean más problemas a la defensa rival y, además, ayudan a que Rossi encuentre más espacios. El italiano tuvo una buena ocasión en el minuto 22, cuando aprovechó una asistencia de Verdú para lanzarse un autopase dentro del área y, con poco ángulo, disparar con la zurda algo forzado. El esférico se marchó al lateral de la red de Adán. Poco después, forzó un córner que se transformó en un testarazo de Medjani a bocajarro. El guardameta bético sacó el balón sobre la línea con una gran estirada y el Villamarín, que arrancó el partido con muchos bríos, quedó silenciado al comprobar que era el Levante UD el que marcaba el ritmo del juego.

El dominio azulgrana agarrotó a los verdiblancos, aferrados a la magia de Rubén Castro, Joaquín y Musonda. Los tres se evaporaron con el paso de los minutos gracias a la eficacia del triángulo formado por Simao, Medjani y Navarro. Ante ello, el Betis recurrió al balón largo, a la segunda jugada, y ahí el Levante UD ganaba todas las disputas, sobre todo con Camarasa y Lerma. Ambos se vaciaron en un esfuerzo colosal. El de Meliana, cuando se libera de las responsabilidades defensivas y se acerca al área, multiplica sus prestaciones ofensivas y entra en mucho más en juego que cuando se limita a mantener la posición por delante de la defensa.

Protagonistas hasta el gol

Merino movió ficha tras el descanso. Dio entrada a Van Wolfswinkel y retiró a Molina, prácticamente inédito. El Betis tiró de casta y trató de empujar al Levante UD hacia su portería. Joaquín se acercó al gol, pero se quedó a centímetros de remachar el centro de Molinero después de otra genialidad de Musonda. Aún así, el Levante UD siguió a lo suyo. Sin prisa, volvió a apoderarse del control territorial del partido y dio un paso al frente para mantener el balón en campo contrario el mayor tiempo posible. La única vía con la que los andaluces pisaban el área de Mariño era entonces los centros colgados, muchos de ellos inofensivos.

En el minuto 64, como respuesta a una aproximación de los locales, Rossi engatilló el balón con la izquierda desde la frontal, demasiado centrado para sorprender a Adán. Poco después la tuvo Lerma. El «cafetero» llegó a la zona de peligro en velocidad a raíz de una ágil transición ofensiva granota. Sin embargo, quiso recortar a los defensas sevillanos antes de lanzar. Una decisión errónea que desbarató la ocasión y sepultó las opciones de victoria valenciana. Porque cuando mejor estaba el Levante UD y más cercana parecía el triunfo, llegó el jarro de agua fría de cada jornada.

A falta de nueve minutos para el final, un centro medido de Cejudo desde la derecha encontró a Rubén Castro en el corazón del área, en posición dudosa, entre la defensa azulgrana y el fuera de juego. Su remate de cabeza, preciso y potente, batió a Mariño para convertir en milagro lo que hasta ahora era una hazaña. La Primera se aleja una jornada más para un Levante UD abocado al descenso.