Seis temporadas después, la temida sombra de la Segunda División se proyectó ayer sobre el Ciutat de València. Lo hizo con crueldad, en el tiempo de prolongación de un partido que parecía destinado a alargar la angustiosa pelea del Levante UD por la permanencia, pero que terminó con un inesperado empate que empuja a los granotes al abismo. Porque a falta de cinco minutos para la conclusión del encuentro, con un cómodo 2-0 en el marcador, nadie creyó que el el Athletic Club fuese a buscar un punto inservible. Lo hizo, y el equipo de Rubi, agotado para entonces, volvió a fallar. Sin oficio ni carácter, su fiabilidad en los momentos decisivos de esta campaña, como el de ayer, ha sido nula. Así pues, con todo de cara para continuar con vida una jornada más, se los azulgrana se atrincheraron en s área y se dejaron empatar con dos errores defensivos que condenan al levantinismo a morder el polvo de la categoría de plata.

Nada hacía presagiarlo a media mañana. El partido arrancó entre los pitos de la afición levantinista, enfadada con sus futbolistas y, sobre todo, con su técnico. Rubi recibió su primer gran abucheo desde que llegó a Valencia, antes incluso de que el balón comenzara a rodar. Sin embargo, con el paso de los minutos, el estadio —que al final anduvo lejos del lleno— se alió con el conjunto azulgrana, que pese a comenzar nervioso fue afinando el juego. La entrada de hombres de refresco, como Cuero o Casadesús, dio otro aire al equipo. Aún impreciso y falto de velocidad en algunas jugadas, sobre el césped no faltó voluntad y ambición. Eso bastó para hacer daño al Athletic Club.

En el minuto 13, un pase largo de Lerma lo embolsó Casadesús en el área, donde tuvo tiempo y clase para regatear a Iraizoz y anotar el primero. El balear, desenchufado todo el año, tiene muchos más recursos técnicos que Deyverson, pero no ha encontrado su sitio este curso. El gol, combinado con la actitud del equipo, funcionó como una petición de de disculpas que la grada aceptó. Todos a una.

Reacción del Athletic

El Athletic Club se quedó sin respuesta. Mientras Cuero trataba de incendiar el partido con jugadas más efectistas que efectivas, los vascos se limitaban a controlar la posesión del balón con pases cortos a ninguna parte. Mariño, excepto en un par de centros al segundo palo, vivió tranquilo durante la primera parte. De hecho, el Levante UD, con un Rossi algo más despierto que en Granada, rozó el segundo antes del descanso. No obstante, Iraizoz estuvo rápido para desbaratar las ocasiones de los granotes.

En la segunda parte, el conjunto de Valverde dio un paso al frente. Aunque sus posibilidades de jugar la Liga de Campeones eran mínimas, sólo por una cuestión de dignidad buscaron el empate. Muniain, activo pero desacertado durante su participación, acarició el empate a uno. Mariño mostró sus reflejos con los pies p ara detener su remate. Sin duda, el Athletic disfrutó de sus mejores minutos nada más volver de los vestuarios, pero echó en falta la puntería de Aduriz, lesionado.

El Levante UD, por contra, tuvo la suerte de aumentar la ventaja cuando peor estaba jugando. Rubi vio que a los suyos les comenzaba a faltar la gasolina y retiró a Cuero y Casadesús para dar entrada a Deyverson y Verdú. Al respetable no le gustó nada el doble movimiento del técnico y le abroncó por segunda vez en la sesión matinal. Aún así, el cambio tuvo efecto. Una destacable jugada de Camarasa cerca del área —el joven de Meliana aumenta su rendimiento de manera proporcional a su cercanía a la frontal— se transformó en un pase a Morales. El extremo madrileño, que ayer, por momentos, pareció recuperar su mejor nivel, no se lo pensó y centró con fuerza. La suficiente como para que el esférico rebotara en Etxeita y entrara en la portería de los vizcaínos. El 2-0 parecía traer la paz y la tranquilidad a Orriols, a la espera de que el Getafe y el Granada fallaran en sus partidos de la jornada.

Falso control del partido

De hecho, el Levante UD llegó a tener momentos de buen fútbol. Con el marcador a favor, el Athletic entregado y los seguidores más relajados, el choque parecía estar abocado a los llamados «minutos de la basura». Un espejismo que engañó a más de uno en el Ciutat. A falta de diez minutos para el final, los más confiados empezaron a desfilar hacia los vomitorios. Todo estaba controlado. Pero el Levante UD, cansado física y psicológicamente, se metió atrás buscando refugiarse en las cuerdas del cuadrilátero y el Athletic aceptó la invitación a la pelea. Se fue a por el gol, casi sin querer. Ante los centros laterales de los de Valverde, la zaga del Levante UD comenzó a temblar como un flan. Mariño salía mal y los centrales, hasta entonces bien, destaparon el tarro de los horrores. A falta de tres minutos Susaeta transformó un doble rechace en el área en el 2-1. Los nervios impedían reaccionar a la retaguardia levantinista, incapaz de tan siquiera despejar con sentido.

El sufrimiento se multiplicó en el descuento. Un balón colgado, inocente, fue rematado por San José, más rápido que toda la defensa valenciana. Su gol, una bofetada fría y letal, fulmina ahora todas las opciones del Levante UD des seguir en Primera División.