A la lógica no le gusta el fútbol. Ayer, por ejemplo, no apareció por Orriols, donde un equipo descendido y abroncado por su afición fue capaz de remontar un marcador adverso desde el primer minuto y derrotar a uno de los mejores conjuntos de la Liga, finalista de la Liga de Campeones y, hasta ayer, aspirante al título liguero. El surrealismo que desprendió el último partido del Ciutat de València en Primera División fue tal que la afición granota, que silbó a los suyos en el calentamiento, acabó celebrando con rabia este triunfo inútil, casi como si aún hubiese opciones para la salvación. Los goles de Casadesús y Rossi firmaron una derrota en toda regla de las leyes de la lógica, aplastadas por un Levante UD que sacó algo de raza y orgullo frente a un Atlético excesivamente nervioso.

Con 11.000 espectadores en el estadio y una lluvia plomiza, el partido tuvo un inicio gélido. Sin embargo, a Fernando Torres sólo le hizo falta un minuto y medio para romper el hielo. El delantero madrileño aprovechó la descoordinación de la zaga levantinista y un servicio magistral de Koke para batir a Mariño con un suave remate picado que superó al meta gallego. Un gol marca de la casa de «El Niño» que despertó la euforia entre los más de 1.500 seguidores rojiblancos que poblaban las gradas.

Todo hacía presagiar una tarde plácida para el Atlético, con un Levante UD entregado. Pero como en la meteorología, los pronósticos en el fútbol suelen equivocarse. El equipo azulgrana se sacudió los complejos y probó fortuna. Primero tímidamente con las incursiones de Mauricio Cuero por la banda derecha. A sus inocentes intentos se sumaron Casadesús y Verdú por el centro y Morales por la izquierda. Cuando nadie lo sospechaba, entonces el Levante UD comenzó a carburar. El Atlético, conocedor de las limitaciones defensivas de su rival, lo fió todo al contragolpe y se conformó con plantar dos líneas defensivas muy atrás. No obstante, no Correa, ni Torres ni Koke rentabilizaron sus oportunidades a la contra.

Con el paso de los minutos, el Levante se creyó capaz de empatar el duelo. Los disparos de Morales y Casadesús fueron el anticipio de lo que estaba por llegar. El propio Morales combinó con Cuero en el extremo diestro a la espalda de Filipe. Sin pensarlo demasiado, el fichaje más caro de la historia del club centró al corazón del área, donde Casadesús emergió para remachar a las redes con un testarazo inapelable para Oblak.

La igualada dejó en fuera de juego a todo el mundo. Los atléticos no se lo terminaban de creer, mientras los levantinistas se preguntaban si había algo que celebrar. Entre las dudas, el equipo de Rubi sacó algo de coraje, la última dosis. La generalizada extrañeza reinó sobre el césped hasta el descanso, sin que ninguno de los contendientes controlase el ritmo del juego, a la espera de que alguien diese un paso al frente y se equivocase.

En la segunda parte, de entrada, Simeone, ubicado en una cabina de prensa, sacó a jugar a Griezmann y Carrasco. Se acabó la probatura de las rotaciones con las que había iniciado el choque. El Barça y el Madrid ganaban en sus campos y el título se esfumaba para el Atlético. Rubi, en cambio, retiró a Cuero „tenía molestias musculares y se someterá a pruebas„ y apostó por Rubén. Hubo pitos, porque al final el respetable se ha encariñado con el jugador colombiano.

Los del Manzanares buscaron el segundo gol. Savic, al saque de un córner, lo rozó tras peinar un balón que se paseó ante el rostro de Mariño. Poco a poco, con cada ocasión fallada, la tensión se apoderaba de las piernas de los futbolistas madrileños, agotados tras el derroche físico el pasado martes en Múnich.

Verza se marchó al banquillo y entró Simao. Lerma adelantó su posición y eso hizo cambiar la cara del Levante UD, ahora más valiente. Al minuto, Lerma habilitó a Casadesús y este asistió a Morales. El de Fuenlabrada picó con la cabeza y casi sorprendió a Oblak, mal colocado.

Totalmente paralizado por el miedo, el Atlético se desdibujó sobre el campo. Sólo un error grave de Casadesús en su propio terreno de juego generó peligro en contra del Levante UD. Griezmann se plantó solo ante Mariño y disparó con la zurda al primer palo buscando lo más difícil. El portero azulgrana hizo aparecer con firmeza una mano derecha que evitó el tanto «colchonero». Aún así, se volcaron los del Calderón en busca del gol. La Liga les iba en ello. Entonces Rubi realizó un movimiento de piezas que fue el desencadenante del final más inesperado. El técnico catalán cambió a Casadesús por Rossi, y el italiano, más fresco que otras veces, fue el eje sobre el que el Levante UD diseñó tres contragolpes mortales. En los dos primeros, entre el cansancio y la imprecisión, la delantera granota volvió a mostrar su cara más ineficaz. Sin embargo, a la tercera fue la vencida. Una conducción kilométrica de Morales en velocidad desbordó a Savic. Rossi, que acompañó bien la jugada, sólo tuvo que rematar colocado ante Oblak para rubricar una victoria insípida, triste, inexplicable, pero que levantó los aplausos de un público resignado pero sorprendido por el rendimiento de su equipo. Los pitos del inicio se convirtieron en un aplauso tibio en una despedida de Primera División surrealista.