El Llevant se enfrenta hoy a sí mismo: un modelo de practicar el fútbol agotado, el que Paco Jémez puso en danza para orgullo del rayismo, el guardiolismo de los pobres, ese fuego con el que el Llevant jamás debió haber jugado. El jemecismo, que se inició en junio de 2012, sin embargo, podría tener hoy su punto final si su equipo desciende al acabar la jornada. Sería paradójico que el final de ciclo sucediera ante el once de Rubi, un mal discípulo del canario. A veces nos equivocamos: un presunto soñador se granjea nuestra simpatía hasta que nos damos cuenta de que solo era un inconsciente. Con buena fe, pero un inconsciente, al fin y al cabo. Así son los imitadores de Pep.

A los vallecanos les va la vida en el envite. Los blaugrana solo se juegan la misma y dudosa honra que les animó a arrebatar al Atlético cualquier opción de Liga, la semana pasada. Quién sabe si también, según dicen las malas lenguas, una sustanciosa (y presunta) prima. En mi infantil e ingenuo concepto del fútbol, el Llevant hoy se deja la vida para hacer gala de las virtudes que ensalza su himno («un limpio y honroso historial») y porque su escudo le exige siempre la gloria de la victoria, aunque minúscula. Si además se puede echar una mano al Sporting de Manolo Preciado, con quien todo empezó, mejor que mejor.

El levantinismo hoy se acordará de Vicandi y del Athletic, de esos cinco puntos que hoy le hubieran permitido depender de sí mismo. Aún a pesar del espectacular final de liga del Granada de Pina y de algunos goles más que sospechosos, para todo el mundo excepto para Tebas, que sigue obsesionado (él sabrá qué intereses le mueven) en apadrinar la venta de nuestros clubs a millonarios extranjeros (sea cual sea su pelaje) y en construir una Liga de videojuego donde el hincha devenga una comparsa, un consumidor alienado.

Volviendo a casa, el descenso, como era previsible, ha provocado algunos movimientos de tropas entorno a Quico Catalán. El presidente sigue teniendo en su mano la posibilidad de guiar el proceso de democratización (real, inaplazable) del club y ser quien aporte la templanza necesaria para reinventarse sin dramatismos. Hay mucho que mejorar, en muchos ámbitos; muchas ventanas que abrir y muchas manos que tender. La historia del Llevant nos enseña cómo bienintencionados dirigentes acabaron convertidos en tiranos, odiados por su afición, tras aislarse en la torre de marfil que es el palco y el día a día de palmeros. Estoy convencido de que Quico sabrá esquivar esta tentación y dar al Llevant la estabilidad y la sensatez que necesita ahora más que nunca. Porque hoy hacia las 21:30 h el Llevant empieza el ascenso a Primera de 2017.