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Orriols, hogar «granota»

En los años en que yo era un niño, la grada central de Orriols era el ágora a que el franquismo había desplazado, definitivamente, las tertulias políticas que acontecían en los cafetines del Cabanyal de finales del XIX. Tal vez sea alguna de las idealizaciones con que salpimentamos los recuerdos de la infancia, pero aquellos escalones del Nou Estadi estaban atestados de rojos y republicanos. Y todos hablaban en valenciano. Allí he escuchado mítins durante algunos minutos de silencio sin que nadie osara chistar. Supongo que la muerte del dictador y la caída del régimen (pactada, dirigida) envalentonaron a los que llevaban décadas con la mordaza entre los dientes.

De fútbol se sabía más bien poco, pero Orriols era una cátedra de la vida y el Llevant, durante los 70 y los 80, se disfrutaba entre la resignación y el anhelo, cada vez más lejano en el tiempo, de los buenos tiempos. Una de las recurrentes letanías era que en el palco los dirigentes granotes vivían en su torre de marfil, ajenos a la realidad. Sistemáticamente el Llevant UD de las peñas, diseñado por Antonio Román, fue perdiendo peso en favor de un presidencialismo atroz. Y el abismo entre el sentimiento granota y sus gestores creció.

Yo pensaba que aquellos «homenots» movían razón, porque no se podía tener más desprecio por unos hinchas que hacerles mear en unos baños infectos, donde no entraba la lejía y el salfumán desde hacía una década. Tuvo que llegar el Barça, en la Copa 2003-04, para que los del palco construyeran los actuales servicios, más que por piedad, por el temor a salir retratados, en los focos que siempre arrastra el club culé. Así, 35 años después de la inauguración del estadio en 1969, llegó para el levantinismo el día de una meada en condiciones.

Durante la pasada campaña hubo que cerrar uno de los vomitorios por el desprendimiento de cascotes de hormigón. A tres años de cumplir sus bodas de oro el Consejo ha decidido arreglar el estadio, dignificar el hogar del levantinismo. Más allá del creciente interés comercial, Quico siempre se ha preocupado por que el teatro de nuestros sueños fuese un lugar digno. Le podemos recriminar otras cosas, como que no haya querido pilotar la transición para hacer del Llevant UD un club democrático o que un chaval de 15 años tenga que pagar su pase con el precio de un adulto, pero nadie se preocupó como Catalán por hacer de Orriols un espacio mágico para los levantinos. Y eso se lo debemos reconocer.

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