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La burbuja del fútbol

Las aguas bajan turbias por la acequia de Mestalla. A pesar del buen fútbol y de las llamadas a la cordura de algunos predictores mediáticos, han saltado las alarmas, después de que el Valencia se haya estrenado en Liga con dos tropezones inesperados y dolorosos, ante rivales que no deberían toser al gran club que prometieron Salvo y, en menor medida, Lim. La venta de Alcácer, además, deja al descubierto que no solo no van por ahí los tiros, sino que ahora los «merengots» no tienen capacidad para retener a los futbolistas que les podrían hacer grandes. Con la intención de minimizar el impacto que ha generado la espantada del último gran ídolo, desde Singapur se agilizó la llegada de Munir, Garay y Mangala, pero lo cierto es que los inversores que algunos creyeron que ubicarían al Valencia en la elite europea se han dedicado más bien a utilizar el club como un escaparate de compra-venta de futbolistas que, hasta la fecha, ha sido bastante más rentable para recuperar la inversión que satisfactorio para el ánimo de la parroquia mestallista, resignada a aceptar el nuevo destino de la entidad, como comparsa de la Liga y sin notoriedad internacional.

Una fiebre de financieros foráneos va aterrizando en nuestro fútbol. Vienen a hacer negocio y a minimizar, con la aquiescencia de unos cuantos cómplices locales, el cabreo de las hinchadas, cuando se dan cuenta de la estrategia real. Así se desvirtúa más aún, con la complicidad de Tebas, un deporte cuyo antiguo potencial apesta a burbuja inmobiliaria, a especulación sin escrúpulos y a preferentistas (abonados) que luego dirán que ellos no sabían. En estas circustancias de las que hoy son víctimas, como los que más, nuestros vecinos hay que dar gracias al destino por que se frustrara la OPA hostil de Sarver. El Llevant estuvo a un paso de entrar en una dinámica de frustración e inestabilidad permanente como la del Valencia de Lim, sin ninguna necesidad, además, de ello, sin una deuda inasumible, sin un préstamo irretornable, sin un estadio varado.

Más aun al constatar la sensatez con la que la entidad granota ha confeccionado la plantilla que debe devolverle a Primera y que ya muestra los primeros síntomas de su solvencia. Hay aspectos intangibles que son difíciles de cuantificar en este mundo en que todo tiene un precio. En la capacidad para darles el valor que merecen estriba el secreto con que sobrevivir al asfixiante mercadeo en que vive inmerso hoy nuestro fútbol. El Llevant afortunadamente está dirigido por unos cuantos levantinistas que, además, tienen las virtudes que anhelan tantos y tantos clubs. Por eso han gobernado con templanza la crisis post descenso; han sido capaces de encajar a un director deportivo como Tito y darle galones; han gestionado con inteligencia los recursos y, sobre todo, han devuelto la ilusión a todo el levantinismo, que sigue un camino propio y estable. 400 granotes estarán hoy en Tarragona para llevar al Llevant en volandas de retorno a Primera, algo impensable hace tres meses. Sí, estamos en Segunda. Pero con el orgullo y la esperanza intactos.

Ballester y Amador. La restauración de Orriols hubiese sido una excelente ocasión para instalar sendas estatuas de bronce detrás de cada una de las porterías en memoria de José Ballester Gozalvo y Amador Sanchis, fundadores del Llevant FC y del Gimnàstic. Ya saben, por aquello de «un pasado que honrar, un futuro que conquistar». En todo caso, nunca es tarde si la dicha es buena.

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