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Saber sufrir

Gestionar un descenso nunca es cosa fácil. El primer golpe es puramente emocional. Adiós a los focos de la élite, a las épicas victorias frente a los grandes, a los desplazamientos a estadios de solera. Pero en el mundo del fútbol no hay tiempo para las lamentaciones, y el abismo económico entre la Primera y la Segunda División obliga ineludiblemente a reajustar todos los parámetros. En este sentido, la transición en la parcela deportiva suele suponer el mayor reto para los clubes, que deben de afrontar una decisión clave entre el continuismo, o el cambio.

La revolución estival en el Levante ha sido radical: relevo en la dirección deportiva, nuevo entrenador y regeneración en profundidad del primer equipo. Una apuesta arriesgada, pero clara desde el primer momento. Tras años de indefinición, la temporada se inició con proyecto y un rumbo definido y coherente. En cambio, en el Getafe y Rayo „ambos con mayor capacidad presupuestaria que el conjunto de Orriols„, el arranque del campeonato ha estado plagado de dudas, que han derivado en sendas destituciones de Esnáider y Sandoval como técnicos.

En pocos meses el levantinismo ha pasado del luto a la euforia, convencido del potencial y de la superioridad de la escuadra liderada por Muñiz. Sin embargo, el ritmo de acumulación de puntos, y la consiguiente posición de dominio en la tabla ha creado la falsa expectativa en algunos aficionados de que los granotes no tienen margen para el error. Prueba de ello fueron los silbidos de parte de la grada del Ciutat que se escucharon en el encuentro frente al Getafe, algo que no debe volver a repetirse, ya que „hasta el momento„ estos jugadores han demostrado sobradamente su compromiso y su implicación en un año decisivo para el futuro de la entidad. La comunión entre la hinchada y el equipo es clave para conseguir el objetivo, y no se debe de perder la perspectiva de que estamos inmersos en una carrera de fondo donde, a buen seguro, habrá altibajos.

Los números continúan siendo incontestables, pero no es menos cierto que el Levante ya no es ese equipo eléctrico con alto dominio y control de los partidos de las primeras jornadas. El triunvirato de la medular ha perdido consistencia y capacidad para canalizar el juego, las arrancadas de Morales son cada vez más esporádicas, y los jugadores menos habituales como Lerma, Martins o Montañés, no terminan de encontrar su hueco en el once.

Pese a todo ello, aún en sus fases menos lucidas, el conjunto azulgrana es enormemente competitivo a la par que constante, y con peloteros diferenciales en la categoría como Roger es imposible dar un partido por perdido. Llegarán momentos de duda, y también resultados adversos, pero si sabemos sufrir estaremos un paso más cerca del objetivo.

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