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Muñiz en crisis

Hay una crisis latente en el fútbol del Llevant. Sólo hay que saber identificarla bajo los elogios y los guarismos. Sí, tal como suena. Pese a los resultados, Getafe y Reus se mostraron superiores y el Cádiz, en un partido gris e igualado, tuvo la ocasión más clara, salvada con un miraculoso paradón por Raúl Fernández, que se consolida como un portero de garantías para el líder. Aunque suene paradójico, el bache está propiciado por la insultante solvencia de los futbolistas blaugrana que señalan al grupo como el gran rival a batir cada fin de semana.

No es fácil llevar en la frente esa vitola, patente al echar un vistazo a la tabla: a 8 puntos está el Sevilla Atlético, que no sube, aunque sea uno de los mejores equipos de la categoría; a 10, el Girona y los demás. Hay que saber ser tan superior. De forma interna, evitando la confianza y la relajación; y también externa, haciendo frente con máxima intensidad a cualquier rival, crecido ante el desafío de frenar al mejor. Es difícil, muy difícil, todo un reto para el entrenador Muñiz, que esta semana declaró cómo de feliz se siente en el Cap i Casal y en el club.

Los entrenadores que se enfrentan al Llevant estudian de forma sesuda la manera táctica de abortar su fútbol de creación. Es obvio, especialmente desde hace unas jornadas. Cualquier equipo, por justito que ande de recursos, como el Cádiz, puede darte un susto si hace bien una serie de cosas: anular a Morales, taponar a Campaña y atar a Roger, básicamente. Muñiz está comprobando que cuanto más previsible es una escuadra, más sencillo es desarmarla y vencerla. Y es que el fútbol no es muy distinto de una batalla naval del s. XVIII, por ejemplo.

La solución pasa por buscar caminos distintos para llegar al gol. Urge seguir sumando de tres en tres puesto que por la retaguardia ya aprietan algunos de los gallitos: Zaragoza, Girona o el propio Oviedo tienen a tiro de piedra la segunda plaza. Y en breve van a sumarse otros a la pomada. El domingo pasado Muñiz probó con Martins pero su participación, aunque voluntariosa, sigue siendo decepcionante.

La gran diferencia entre el fútbol brillante de principio de temporada en Orriols y el actual se llama Espinosa. Con él y Campaña en la medular al rival le salían grietas por doquier, que aprovechaban Morales, Jason y Roger. Sin aquellas diabluras todo parece más sencillo para el rival. El Oviedo es un contrincante poderoso y el Tartiere, que el Llevant no pisa desde junio de 2003 (1-2, Sérvulo y Congo), un estadio con aroma de Primera.

El contexto invita más, pese a todo lo expuesto, a proteger a Raúl que recuperar un fútbol de toque. Veremos, en todo caso, qué se le ha ocurrido a Muñiz para resolver la crisis de previsibilidad en que anda envuelto.

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