No es alarmante, pero sí preocupante. La derrota del Levante UD ayer en Montilivi ante el Girona, el segundo clasificado en la tabla, reafirmó algunos de los síntomas mostrados por el equipo azulgrana en los últimos partidos, sobre todo los del Cádiz y el Oviedo. En esta ocasión, al bloqueo ofensivo y la falta de fluidez en el centro de campo de las pasadas jornadas, se sumó una desconexión defensiva inexplicable que costó tres puntos «anímicos», tal como los calificó Muñiz en la previa del encuentro.

La falta de concentración de la pareja de centrales Chema-Postigo, impecables en el inicio de temporada, la inseguridad de Raúl Fernández en las salidas y la sequía creativa en los metros finales son un lastre que acompaña al equipo de Orriols en las últimas jornadas, en las que se ha sumado cinco puntos de los quince posibles. Gracias a ello, rivales como el Girona han recortado distancias en la clasificación „a un punto con un partido más„ y en las sensaciones. El Levante UD se ha vuelto un equipo de la categoría. Es batible.

Y no es por actitud. Al conjunto levantinista no se le puede reprochar esfuerzo, kilómetros y voluntad. En el lluvioso mediodía de ayer, como durante toda la competición, saltó al césped dispuesto a afrontar una batalla de alto voltaje. El Girona encadenaba tres triunfos consecutivos y era consciente de estar ante la oportunidad de dar un doloroso zarpazo al líder, con ganas de recuperar sensaciones. Por eso el duelo arrancó intenso, agresivo, muy físico. Nadie pudo apoderarse del cuero y cada disputa era una guerra por ganar. El Levante UD plantó bien sus líneas defensivas, pero se olvidó de atacar. Espinosa, de vuelta al once inicial finalmente, fue eclipsado por la medular gerundense. Como él, Campaña fue anulado y el tridente de ataque se desquiciaba. Sobre todo Morales, lejos de su mejor versión.

Con todo ello, el Girona fue avanzando metros y antes de la media hora había embotellado al Levante UD, aunque sin concretar ocasiones de gol. El cortocircuito granota hizo que sólo Jason tras una cabalgada en solitario probara fortuna con un disparo demasiado cruzado. Ese fue todo el balance ofensivo del primer tiempo.

La lesión de Borja García en el Girona, sin embargo, dejó tocado al equipo de Machín, que en los últimos minutos del primer tiempo parecía algo confuso. El Levante UD intentó sacar tajada de la situación antes de visitar los vestuarios, pero paradójicamente sucedió lo contrario. Un balón bombeado de manera inofensiva al área levantinista provocó un malentendido entre Raúl Fernández y Postigo. El portero, a media salia, dejó botar el balón y el defensa ni despejó ni se ocupó de estorbar a Longo. El delantero italiano aprovechó el error garrafal para anotar con facilidad el 1-0 y herir de muerte el partido, igualado hasta entonces.

La segunda parte dejó constancia de que el Levante UD ha perdido poder de reacción. Ni Muñiz ni el equipo supieron variar el rumbo del encuentro. El Girona, peleón y aguerrido, trabajó bien y no dejó huecos a los valencianos, que tomaron más riesgos. Merodearon el área, pero sin examinar los guantes de René. Postigo, tras un córner, disparó a las nubes en la mejor ocasión para empatar.

Llegó entonces el segundo error imperdonable de la mañana. De nuevo a balón parado, como en otros partidos, una pelota colgada al área se convirtió en veneno para Raúl. La zaga levantinista dudó entre salir al fuera de juego o perseguir a los rivales y en ese angustioso compás, Postigo perdió de vista a Ramalho. El zaguero se quedó solo para peinar a placer y anotar el 2-0. La falta de concentración desnudó otra vez al Levante UD y ensombreció el rostro de Muñiz.

Primera diana de Rafael

Con esa ventaja, los locales apostaron por contemporizar el juego y agilizar el paso del tiempo. Al Levante UD le costaba robar el balón, pero tiró de orgullo y dignidad para ir a por el gol de la esperanza. Aún así, le faltó convencimiento. Rafael, que había entrado por Pedro López, se encontró con un balón franco en el área después de una buena jugada de Toño. El brasileño marcó su primer gol con calma y puso el miedo en el cuerpo a Montilivi, un estadio traumatizado con el tiempo añadido. Sin embargo, de los tres minutos que tenían que haberse jugado más allá del 90, el Girona no permitió que se jugase nada y el árbitro lo autorizó con indiferencia. El Levante UD necesita reaccionar.