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Del balón a la sartén

Fede Marín, del fútbol a estrella de la hostelería

«Villarroel y yo no acabamos de encajar y tuve que marcharme. Por mí, me hubiese quedado toda la vida en el Levante UD», explica el valenciano

Fede Marín en CalaLuna, su actual restaurante. levante-emv

De familia futbolera y el tercer de cuatro hermanos que destacaron en el mundo del balompié, muchos en el Ciutat de València siguen recordando a Fede Marín, buque insignia del club durante varias temporadas. Fede fue el único de los Marín que marcó una época en las categorías de plata y bronce del fútbol español. El de Alberic se encargó de recoger el testigo de Manolo Sanchis.

En el Levante UD vivió una de sus mejoras épocas. Allí guardan un gran recuerdo de su etapa como jugador granota. El centro del campo del Nou Estadi, actual Ciutat de València, tenía un líder nato. Marcó goles, repartió asistencias y, sobre todo, logró lo que más feliz le hacía: «Levantar al público de su asiento y que me aplaudieran». Con 30 años, decidió colgar las botas, cambiar la pelota por la sartén y los estadios por los fogones. Fichó por la cocina, que incorporó a su club un hostelero de la alta esfera. Hoy, los mandos del CalaLuna de Alberic están bajo el control de un polivalente centrocampista reconvertido en emprendedor.

El fútbol callejero marcó sus inicios hasta que pasó a jugar en el Alberic Promeses, donde llamó la atención de Juan Carlos Rodríguez «El Rayo». Fue él quien apostó por su fichaje en el Valencia CF y más tarde en el Levante UD.

En la cantera blanquinegra vivió una época complicada. «Teníamos un gran Juvenil, aunque de esa plantilla solo Juan Sánchez llegó al primer equipo. Teníamos a un técnico que no sé ni si tenía el carnet de entrenador. Sabía que era carnicero y era de Llíria. Creo que no aprovechó todo el potencial del grupo. Fui con mucha ilusión y me la cortaron de raíz», rememora Marín.

En la 95-96, el Levante UD apostó por él. «Llegué siendo un desconocido y terminé siendo un jugador importante en la historia del club granota», afirma el alberiquense. Se encargó de capitanear el equipo durante dos años y gracias a ello, se hizo un nombre a nivel de España. «Si hubiera sido por mí, me hubiera quedado toda la vida. En la última temporada, Pedro Villarroel y yo no acabamos de encajar y tuve que marcharme. Ahora estoy un poco desvinculado del tema del fútbol, pero me gustaría regresar al club. Guardo muy buena relación con Quico Catalán y allí hay muy buena gente», declara.

Tras tres años en los que vivió las dos caras del balompié, el éxito en sus dos primeras campañas y el fracaso con el descenso a Segunda División B, el CD Toledo decidió apostar por él. Allí coincidió con Unai Emery, por aquel entonces un extremo que corría la banda con gran velocidad. «Era un loco del fútbol. Cuando terminábamos los entrenamientos, él se quedaba siempre hablando con Gregorio Manzano sobre táctica y estrategia. Merece estar donde está ahora mismo, siendo un gran entrenador», dice Marín. que aún pasó por el Leganés y el Ontinyent antes de redescubrir su talento para la hostelería.

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