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El Llevant post-Sarver

El levantinismo tiene a mano dos barbas de esas que «cuando las veas cortar, pon las tuyas a remojar»: La del propio vecino, el Valencia CF de Lim; y la del rival de hoy, el Mallorca del pelirrojo de Arizona, el que venía a enseñarnos a hacer la O con un canuto, el pueblerino con dinero que se atrevió a plantar los pies encima de la mesa de negociación, como si fuese el amo de nuestras vidas. De buena nos libramos. No soy rencoroso, pero hoy me cuesta no recordar a los que nos insultaron abiertamente o estuvieron al límite de la falta de educación por oponernos a Sarver. Hubo incluso quien llegó a tacharme de «choto» porque así el Llevant perdía la oportunidad de ser un club más importante que el Valencia. Hay cada «chalao»?

Los inversores extranjeros son una ruleta rusa. No sólo por la falta de vínculos afectivos con el club adquirido y la sociedad que lo abraza, sino por la absoluta ignorancia de nuestro fútbol. Nada reprochable, si tenemos en cuenta que todos conocemos a tipos del terreno que llevan medio siglo yendo al fútbol y tampoco tienen ni idea. Basta con mirar quién es el sheriff de la LFP. ¿Qué podemos esperar de un personaje como Tebas, gran cicerone de la venta de nuestros clubes?

No se puede llegar a una empresa que funciona hace un siglo, creerse el más listo y hacer oídos sordos a todos. O sí. Pero es imprudente, una vía rápida hacia el caos deportivo, social y financiero. Este negocio del balompié (pese a la Premier) no es equiparable a otros fondos de inversión: se dan variables incontrolables que lo convierten en azaroso; y existen masas sociales dispuestas a morir por sus colores.

Sarver fue un error garrafal. No de quienes lo intentaron calzar, que sólo buscaban hacer negocio y estuvieron a punto de conseguirlo, sino de los que apostaron por él con tanta vehemencia que dejaron al Llevant al borde de la fractura; de quienes creyeron que sin él no teníamos margen de crecimiento; de aquellos que se dejaron deslumbrar por el norteamericano, demostrando una alarmante escasez de autoestima y confianza en las propias posibilidades de los levantinos para guiar nuestro destino. Nunca he agradecido a dos consejeros su determinación para que el Llevant siguiese siendo (pese a las carencias democráticas, que son muchas) de todos los granotes: son Miguel Ángel Ruiz y Pedro Catalán y hoy es un buen día para hacerlo.

Hoy podríamos ser el Mallorca de Sarver, un equipo hundido en la tabla y con un drama social y económico en ciernes, ávido de puntos. Que nadie crea que para el Llevant es trámite. A falta de doce jornadas y pese al entusiasmo generalizado habría que vencer hoy para ahuyentar la congoja. Porque ojo al calendario que se avecina después de Mallorca y Mirandés: Getafe, Cádiz, Rayo y Tenerife a domicilio; y Reus, Oviedo y Girona en Orriols. Poca broma. Así que prudencia e intensidad máxima. Son tres puntos vitales, aunque no lo parezca a primera vista.

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