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Regreso a la fuente de las cuatro estaciones

Pocos periodos en la historia reciente del Levante han sido tan demoledores para la autoestima del aficionado y la imagen de la entidad como la etapa final del «villarroelismo». Años de extravagancia, excesos y decadencia que a punto estuvieron de terminar con el decano del fútbol valenciano.

Ahogado por una crisis social, económica e institucional, la identidad granota quedó tocada de forma casi mortal. Sin un rumbo claro, y con un futuro más que incierto, la apelación al orgullo de ser pequeño se convirtió en un mantra unívoco para sobrellevar -una vez más- lo que se preveía como una larga travesía por el desierto. Por suerte, los designios de la historia sonrieron por una vez al club azulgrana, y la escuadra capitaneada por Luis García y Sergio Ballesteros devolvió la ilusión perdida al levantinismo.

La edad de oro del Levante trajo consigo un ascenso en el año de su centenario, y la épica clasificación para disputar competición europea. Fue la última vez que los hinchas del conjunto de Orriols visitaron con fervor la Fuente de las Cuatro Estaciones. Desde entonces, el lugar reservado para las grandes celebraciones ha estado en el olvido, ya que las permanencias en la máxima categoría comenzaron a saber a poco para gran parte de la afición; este fue el peaje a pagar por la normalización de la presencia del club en la élite.

El alma del seguidor granota no tiene un patrón definido, al contrario. Más que por las procedencias, los granotas se definen por las vivencias que configuran una visión propia siempre sesgada y subjetiva de la memoria histórica.

En este sentido, cabe señalar que para toda una generación que el Levante no esté en Primera División es una completa anomalía. Por ello, con la cuenta atrás definitiva para el ascenso ya en marcha, conviene poner en valor la increíble temporada del conjunto dirigido por Muñiz, y con ello también, otorgarle un más que merecido reconocimiento colectivo.

El día que los números confirmen lo evidente, y se consume el regreso a la máxima categoría, el Paseo de la Alameda debe estar repleto de azul y grana. Lo contrario sería un síntoma más del preocupante acomodamiento que ya ha comenzado a atisbarse en el Ciutat en más de un encuentro del presente campeonato. Vivamos este ascenso con la alegría, intensidad y pasión que se merece, porque la próxima temporada, cada victoria, será un paso de gigante para lograr el objetivo.

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