He vivido a lo largo de mi carrera en España muchos derbis, Rayo vallecano-At.Madrid, Barcelona-Español y Valencia-Levante. Y como este último, ninguno. Aquí en Valencia se respira un ambiente distinto, desde el respeto de un club con el otro pero con la rivalidad suficiente para decir que este es un derbi con todas las de la ley. Un partido así se vive desde la ilusión y el nerviosismo de saber que estábamos haciendo historia. Ha sido la primera vez que se disputada un partido de futbol femenino en Mestalla y yo he estado allí.

Y es que, aunque quisiéramos plantearlo como un partido más, siguiendo las rutinas de cada semana sin darle más importancia de la que debíamos, hemos sido conscientes de que reinaba la tensión y las ganas de que llegara el domingo durante toda la semana. Los días han pasado sin apenas darnos cuenta cuando por fin era la hora de la convocatoria, las 10h de la mañana de un domingo en el que Sant Jordi pasó a segundo plano. Ni rosas, ni libros ni héroes salvando princesas. Mestalla se convirtió en el escenario perfecto para que cada una de nosotras nos convirtiéramos en heroínas luchando no contra un monstruo, sino por un futuro del futbol femenino prometedor.

Cualquier futbolista ha soñado alguna vez jugar en estadios así. A las 10 h estábamos citadas para salir todas juntas del Ciutat. La música sonaba a todo trapo para adelantar el ambientazo que nos íbamos a encontrar. Valencia movilizada para convertir un partido de futbol femenino en una fiesta. La «fan zone» llevaba un rato en marcha cuando llegamos al estadio y la «Curva Nord» esperaba para recibir a sus jugadoras.

Nosotras directas al vestuario, dejar las cosas y a ver el césped. Momentos de nervios y de miradas de complicidad de unas a otras. Y del césped al vestuario y del vestuario al césped para jugar con 17.000 personas siendo también cómplices de ese partido histórico. El partido no fue como esperábamos, dura derrota y sentimientos encontrados. Resultado negativo, pero victoria del futbol femenino. Ayer envidié a todos los que cada domingo tienen la oportunidad de saltar al césped y disfrutar de algo así. Es imposible no envidiarlo. Es más, diría que daría todo lo que tengo por estar en su lugar.