Como dejó escrito el maestro José Vicente Aleixandre: «Ya está». Así es. El Levante UD vuelve a ser equipo de Primera División tras una temporada prácticamente impecable en la que se ha impuesto a sus rivales con una autoridad insultante. Sin embargo, el reciente e intenso bagaje de la entidad en la élite estos últimos años ha derivado en una revisión de las aspiraciones del levantinismo. De la ilusión por llegar se ha pasado a la ansiedad por estar, como dijo el compañero José Luis García Nieves. Así que un año en Segunda División es ahora para el Levante UD solo un castigo por los errores de una mala temporada anterior. Su hábitat natural, por merecimientos propios, es la Primera División. El ascenso era casi una obligación.

No obstante, más allá de eso, Orriols vibró ayer con su equipo. Sufrió, animó, apretó y se emocionó. Ascendió. Porque el Levante UD puede que sea un club diferente al que subió en Vallejo, en Xerez, en Lleida o ante el Castellón en 2010, pero mantiene viva su esencia, la que tiene enamorados a miles de incondicionales.

La victoria de ayer fue para ellos. Para los que se dieron una paliza en autobús hasta Granada para vivir aquella derrota. Para los que lloraron en casa viendo a su equipo caer en Málaga hace ahora un año. Los que salieron a la calle para recibir a sus futbolistas, los que se sacaron el pase en Segunda, los que se abrazaron, aunque fuese a un desconocido, con el gol de Postigo. Para los que lo sienten y nunca dejarán de hacerlo.

El gol del central madrileño desató una alegría en el Ciutat de València contenida desde hace semanas. El Levante UD, pletórico, imperial, cerró su vuelta a Primera con una victoria a su estilo. Aguerrido, competitivo, solidario, honrado. Emocionante.

El ambiente de una final

El Levante UD arrancó con ímpetu, con el corazón como referencia en ataque y la cabeza fría resguardando la defensa. El ambiente en Orriols, que no registró un lleno total, era el de una final. Había que estar a la altura y el partido se contagió de esa tensión pronto. En los primeros minutos Juan Carlos salvó al Oviedo. Primero rechazó con una parada antológica un remate a bocajarro de Insa dentro del área. Poco después, en el minuto 10, tapó bien su palo ante Pedro López, que se encontró con un balón muerto en el área para remachar, aunque algo escorado, y no supo definir.

El arreón inicial del Levante UD se fue disipando entre la carga ambiental de la tarde. El Oviedo, algo más tranquilo, empezó a adueñarse del balón. El equipo de Hierro se apoderó del esférico en zona central, redujo las internadas de Campaña en el tramo de tres cuartos y amortiguó el golpe. Eso sí, su mejor recurso ofensivo era lanzar pases largos a Toché, bien vigilado por Chema y Postigo. Todo apuntaba al cero a cero.

En el 37, los asturianos probaron por primera vez los guantes de Raúl, mediante un tiro al primer poste de Fernández. A continuación, Roger se quedó solo mano a mano ante Juan Carlos. El línier, a diferencia de lo que hizo en una jugada anterior, no levantó la bandera y dejó seguir la jugada. Sin embargo, al pichichi de la Liga 1|2|3 se le agolparon las ideas en la cabeza y decidió mal. Resolvió peor. Juan Carlos detuvo su disparo sin grandes esfuerzos. Antes del descanso, Rocha avisó de nuevo con un lanzamiento que se fue a las nubes desde la frontal del área.

Muñiz comentaba con su banquillo cómo recuperar el centro del campo, donde los ovetenses habían ganado presencia jugada a jugada.

El partido cambiaría de rumbo en la segunda parte. Pese a que los asturianos mantuvieron la misma idea de juego, el Levante UD saltó al césped con la intención de hacer más daño por los costados. Una falta de Campaña picada al corazón del área estuvo cerca de ser rematada por Chema, derribado por la zaga visitante. El árbitro no vio el penalti. Fue la antesala del momento estelar de la tarde.

Campaña botó un córner con una precisión milimétrica. Tiene un guante en la bota el sevillano. Puso el cuero en el balcón del área pequeña, a la altura y con la velocidad perfecta para que Postigo, que llegaba desde atrás como una exhalación, rematara con la cabeza hacia el ascenso. Un grito atronador hizo temblar los cimientos del Ciutat, que volvía a ser de Primera División. Las banderas en la grada, los colores azulgrana contra el viento y once futbolistas abrazados sobre el césped.

Pero aún quedaban 40 minutos de sufrimiento. El Oviedo perdió todos los miedos y fue al ataque, a tumba abierta. Muñiz vio el momento de hacer modificaciones en el equipo e introdujo a Casadesús por Campaña. El balear rozó el segundo en la primera jugada que intervino, en un falta colgada al área.

El partido se rompió en dos pedazos. El área del Levante UD y la del Oviedo. En la de Raúl Fernández se atrincheró la retaguardia granota con la experiencia y el criterio necesario para no meter la pata. En la otra, Roger, Casadesús y Jason buscaban la sentencia. No llegó. El Oviedo lo intentó, pero el Ciutat plantó un muro de 18.000 gargantas que lo paró todo.

El Levante UD es de Primera. «Ya está».