Llevo tres años en València, tres temporadas en el Levante y he vivido muchas cosas en esta que considero ya como mi nueva casa. Momentos duros en los últimos tiempos con dudas y preocupaciones por esa lesión que me tuvo tanto tiempo viviendo el fútbol medio desde dentro, medio desde fuera.

Momentos felices el primer año como ser la máxima goleadora del campeonato liguero y disfrutar con mis compañeras cada gol, cada victoria. Y, entre todo eso, muchas horas de pasión por el fútbol mezclados con sufrimiento por resultados malos.

No es fácil ser del Levante en una ciudad donde la sombra del otro club, el Valencia, es tan alargada, sé de lo que hablo porque lo he vivido también en Barcelona donde jugué en el Barça y en el Espanyol. Ser del Levante es especial. Y así me sentí el pasado sábado en el Ciutat, especial. El Levante consiguió el ascenso y en ese momento recuperé en mi memoria todo lo que llevó vivido en este club, un club del cual me siento parte.

Y es que ser parte de un equipo es ver a las niñas del cadete y compartir con sus padres confesiones, sufrir con el filial o recibir cariño del presidente tras una dura derrota. Y, por supuesto, es vivir como propias las alegrías de cualquiera que consiga su objetivo. Porque tan importante es conseguir objetivos como levantarse y seguir luchando cuando estos no se cumplen.

Creo que el Levante UD hace posible los sueños. Sueños de personas que creen que ser mujer y jugar al fútbol no era, hace muchos años no ahora, una locura de cuatro. Sueños de apostar por el fútbol sala cuando nadie lo hace en Valencia. Sueños de creer en el fútbol adaptado y conseguir ser referente. Sueños pequeños que, como decía un slogan del club, nos hacen grandes.

El sábado por la mañana el Atlético de Madrid nos ganó por tres a cero. Y tras el partido y con las jugadas de los goles revoloteando en nuestra cabeza, con el cansancio y la rabia de haber perdido, comimos algo y nos fuimos a ver el partido contra el Oviedo.

Hasta el último minuto sufrimos, me dicen que es parte del ADN de este club. Y hasta el último minuto disfrutamos después de la fiesta. Yo sólo llevo tres años en este club centenario y no sé si es mejor o peor, no sé si es bueno o malo, sí que sé que me gusta ser del Levante.