Hasta el año 1926 el Llevant no disputó ningún partido oficial de ámbito estatal. Fue entonces, diecisiete años después, cuando marchó a Les Corts para debutar frente al Barça en la Copa, acompañado por 800 levantinos que viajaron por mar. El escritor Andreu Tintorer recreó aquel episodio iniciático en un relato extraordinario: «Fichaje». València vivía acomplejada su retraso respecto al fútbol vasco, madrileño, catalán o asturiano. Sin embargo dos años antes, en 1924, fuímos los mejores, gracias a Los Invencibles, el juvenil levantino que llegó a convertirse en leyenda. Se organizaban retos para conseguir derrotarlo pero nadie lo lograba. Durante aquel año el Real Madrid mordió el polvo como tantos otros y el equipo forjado en la escuela de Vicent Ballester Fandos -como el propio Llevant, que el martes 6 cumplió 108 años- se impusó 6-3 y 4-0. El FC Barcelona, por cierto, no quedó mejor parado unos meses después (6-1 y 3-0).
Los Invencibles se convirtieron en un orgullo para el Cabanyal y para todo el fútbol valenciano, que al fin conseguía titulares de prensa más allá de nuestras fronteras. Y además sirvieron de ejemplo: un club humilde podía llegar a lo más alto con orden, talento y sacrificio; marcando así el camino de sus mayores, que poco después ganarían el título valenciano (28), el Superregional (35) o la Copa (37). La guerra y las vicisitudes históricas truncaron aquella trayectoria, sin embargo la enseñanza de los Invencibles pervivió: el Llevant llegó a Primera (63, 04, 06, 10, 17) y debutó en la Europa League (12). Y sobretodo sobrevivió a todas las adversidades.
Con humildad y con la misma fé en el orden, el talento y el sacrificio, el Llevant se planta hoy en el Bernabeu no para pedir camisetas ni autógrafos, en palabras de Muñiz, sino para competir y sumar. Saldrán sin complejos, a defender con posesión de balón, como ante Villarreal y Deportivo. Y esperemos que con mayor acierto de cara al gol. Habrá que marcar estrechamente a puntas e interiores rivales y tratar de anular su diabólica línea de creación. Y sobretodo no dejarse amilanar ni por el escenario ni por el rival, defender el escudo con el alma y, si el partido se pusiera a favor, tener la templanza para ponerlos de los nervios. En el 24 lo hicimos. En 2007 y en 2011, también, con goles de Salva y Koné. El Madrid no es invencible.