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La mirada perdida de Muñiz

La mirada perdida de Muñiz

Un espectáculo de masas es, por naturaleza propia, un evento mágico que cautiva, embauca y capta la atención de todos los sentidos de miles de personas pendientes de un solo gesto, de un silencio, o un grito, y que conviven durante un instante fundidas por un vaivén de sentimientos y experiencias compartidas.

En el fútbol, la atención de todos los actores se concentra sobre el verde y el esférico, sobre los goles y el resultado, pero las claves de un partido no siempre las podemos encontrar observando únicamente el rectángulo de juego.

El pasado sábado, en la zona técnica azulgrana, durante largos periodos del choque frente al Deportivo se pudo observar a un Muñiz hierático, frío y con la mirada perdida propia de quien ya ha jugado todas sus cartas, y es consciente de que se acerca ese momento en el que las situaciones se deciden a todo, o nada. Por suerte, en medio del caos apareció Ivi para rescatar, con dos latigazos aislados, a un técnico que ya parecía completamente sentenciado.

A pesar del empate, el Levante volvió a exhibir sus vergüenzas, destapándose una vez más como un rival fácil de combatir y de neutralizar, plagado de buenas intenciones -y poco más- y así, los granotas llevan ya demasiadas jornadas dando una imagen de equipo dócil en ataque, inocente en defensa, e incompetente en la gestión de las diferentes situaciones de partido.

El punto obtenido en Riazor no sirve para disfrazar las enormes carencias acumuladas durante los últimos meses. El conjunto de Orriols es capaz de dominar la pelota, pero no sabe controlar los partidos, una preocupante involución que comienza a ser crónica, y mientras perdure el esquema futbolístico de la nada, será difícil que se pueda invertir la tendencia de caída libre.

A escasas horas de que concluya el periodo invernal de fichajes, el club debe de mover ficha, si no quiere ser víctima de las propias expectativas que ha generado a través de las (siempre previsibles e interesadas) filtraciones, tan propias de la época.

Ahora, la dirección deportiva tiene el reto de tratar de salvar los muebles con la incorporación de, como poco, un ariete que proporcione una cifra mínimamente respetable de goles, y un central que ponga orden en una zaga, donde se concentran las mayores carencias técnicas y tácticas.

Sin embargo, la sombra de la errática planificación deportiva, sea cual sea el desenlace del campeonato, ya ha abierto un debate sobre los responsables de la situación y cuál es la mejor fórmula para recuperar el rumbo perdido.

El calendario inmediato, y el nivel competitivo demostrado en los últimos choques no invita al optimismo. En la cadena trófica del balompié, es bien sabido cuál el es el eslabón más débil. Sin ser el máximo responsable de la situación, el actual entrenador del Levante tendrá que hacer algo extraordinario frente a Real Madrid y Valencia para mantenerse en el cargo. Los milagros sobre la bocina no serán suficientes para plantar cara ante estos rivales, y la actual plantilla, tampoco.

A pocas horas de que concluya la posibilidad de inscribir nuevos jugadores, en los despachos del Ciutat saben que la inacción es un pecado que gran parte del levantinismo no perdonaría. Los próximos días se antojan como decisivos para calibrar las opciones reales de permanencia, y algo más importante aún, la unidad de acción de todos los estamentos que componen el Levante UD.

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