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La hora de la verdad

La hora de la verdad

Ser del Levante en la ciudad de València nunca ha sido fácil. Los granotes vivimos en una sociedad que analiza continuamente la realidad futbolística de forma bipolar; en blanco y negro, alentándose así el pensamiento único bajo el falso manto de un paternalismo que tan solo esconde el desdén y la condescendencia dirigida hacia quienes no comulgan con los colores del oficialismo.

Para el levantinismo, cada derby de la capital es algo más que un partido, se trata de un acto de reivindicación histórica y social, un grito por la normalización de una (creciente) minoría absoluta que exige su voz, su reconocimiento, y su espacio propio.

La incómoda presencia de la entidad azulgrana en la máxima categoría irrita a quienes durante décadas quisieron inocular el relato conveniente de una identidad auténticamente valenciana; la vieja táctica de la construcción de una colectividad en torno a los sentimientos dominantes, y a través de la exclusión del diferente.

Por suerte -y a veces de forma inexplicable-, el Levante ha sabido sobrevivir a las zancadillas propias y ajenas. Con la era de internet y las redes sociales, aquellos cuyo objetivo es el encapsulamiento de la visión del mundo del individuo, tienen la batalla perdida. Tras el choque del domingo en Mestalla, en Orriols se debe enterrar cualquier atisbo de complejo de inferioridad que desvíe al club de su objetivo a corto plazo: la permanencia. De poco o nada sirven ahora las posturas revisionistas, ni los debates en torno a las actuaciones arbitrales, porque ahora sí, ha llegado la hora de la verdad para la plantilla y, especialmente, para Muñiz.

A pesar del notable cambio de actitud e imagen, el equipo continúa con una fragilidad defensiva que le ha impedido ganar en los 3 últimos partidos de liga. La apuesta por fortalecer la medular con un trío de medios que aporte mayor equilibrio no está siendo suficiente. Resulta inexplicable que en el mercado invernal no se haya concretado la llegada de un central que corrigiera eso. Las palabras de agravio, disfrazadas de defensa de los intereses del club, no deben ocultar una gestión deportiva incompetente, ni el verdadero problema de fondo; la ausencia de una propuesta de juego clara, definida y sólida, motivada en gran parte por una deficiente planificación del plantel.

Todas las miradas están ahora sobre la capacidad del entrenador para reflotar a una escuadra voluntariosa, pero frágil, y que en este momento crítico necesita más que nunca una buena dosis de calma que frene los bajos instintos que suelen desatar estas coyunturas en hinchada y dirigentes.

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