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Gracias, Muñiz

por mucho que los agnósticos del balompié se empecinen en estigmatizar el mundo del fútbol -como si se tratara de un cajón desastre de fanáticos que vuelcan sus frustraciones en torno al balón- la realidad, como en tantas instancias de la vida, es que los nexos de unión y puntos en común entre los creyentes, y los no creyentes, son mucho mayores de los que a primera vista puedan reconocerse.

Las filias y las fobias que todos profesamos, no suelen tener un origen racional. Nuestros primeros instintos e impresiones nos influyen de forma decisiva a la hora de conformar nuestra visión del mundo, nuestro sentimiento de pertenencia, la proximidad, o la simple confianza en una persona o colectividad señalada.

Cuando Muñiz aterrizó en Valencia, con el encargo de devolver al Levante a la máxima categoría, no fueron pocos los que le recibieron con una buena dosis de escepticismo. Un técnico gris, poco dado a estridencias sobre el verde, y con enorme aversión a la banalización del uso de los medios de comunicación. Cabal, serio y coherente. De los que no cae en gracia, pero en silencio, y con su trabajo, busca exhibir los resultados como su mejor carta de presentación. Tito apostó todas sus fichas a una carta, y el resultado, es de sobra conocido por todos.

A pesar de haber conseguido el objetivo del ascenso de forma impecable, el hasta ayer inquilino del banquillo granota nunca consiguió conectar con la grada. El respeto en el mundo de la competición, lo dan y lo quitan los resultados, y cuando estos se han tornado negativos, el técnico asturiano se ha visto totalmente apartado por el levantinismo. Por muchas victorias consecutivas que sumara el anterior campeonato, jamás se dio ese flechazo a primera vista que sí hubo con Luis García, o el eterno Preciado.

El fútbol da tanto como quita, y a pesar de los éxitos cosechados, hace tiempo que el recién destuido entrenador azulgrana había perdido el respaldo, el respeto, y el cariño del entorno. Ahora, es el momento de agradecerle su dedicación y su compromiso, aún siendo en parte culpable de la crítica situación que se vive en Orriols en la actualidad, no puede quedar en ningún caso como el máximo responsable.

El fracaso del proyecto deportivo es mayúsculo, con una paupérrima planificación de fichajes que ha terminado por hundir a un sólido bloque consolidado desde la temporada pasada. Especular de forma tan temeraria con el futuro económico, y por ende, con la estabilidad del club, debería ser motivo de decisiones drásticas al concluir la temporada.

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