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Medio Ambiente

El Montgó, un año después

La plaga de perforadores que está acabando con cientos de pinos y la sequía frenan la regeneración de una montaña marcada a fuego por la catástrofe

El Montgó, un año después

Del bosque impenetrable de pinos y arbustos (de maleza, dirían los más críticos con la falta de limpieza forestal), no queda nada. Un año después del incendio que arrasó 444 hectáreas del Montgó, en concreto de las partidas de les Planes y el cabo de Sant Antoni, en Xàbia, y les Rotes y la Lloma del Castanyar, en Dénia, los vecinos casi se han acostumbrado al paisaje quemado. No alzar mucho la vista es un mecanismo de defensa para llevar mejor una catástrofe natural que todavía no ha acabado, ya que ahora se están secando cientos de pinos por la plaga del perforador. Árboles que hace un mes estaban verdes mueren por la voracidad de un escarabajo que vive a sus anchas en estas montañas maltratadas por el fuego y la sequía.

Las dos imágenes que se reproducen muestran a las claras las heridas del fuego. La primera se tomó desde el faro del cabo de Sant Antoni en julio de 2014. La Plana de Xàbia era una alfombra de pinos. El incendio se declaró el 11 de septiembre poco después de las 16 horas. Su origen sigue siendo un misterio. Gobernación lo atribuyó a «causas desconocidas» y dio carpetazo a la investigación. Sus primeras horas fueron de total desconcierto. Más de 1.400 vecinos fueron desalojados. Los medios aéreos tardaron en llegar Las llamas, ya de noche, encontraron el aliado del viento y devoraron el cabo de Sant Antoni. Por la mañana, ya asomaban por el puerto de Xàbia.

Un año después, la sequía, la plaga de orthotomicus y tomicus y la erosión de estos escasos suelos litorales frenan la regeneración. Y eso que, al menos donde el Ayuntamiento de Xàbia y la conselleria han actuado, el paisaje sí empieza a estar moteado de esperanza. Los ullastres (acebuches), que son una de las especies arbóreas autóctonas que el plan de recuperación de Xàbia quiere que dominen en el nuevo bosque, empiezan a crecer con fuerza.

Peor pinta tienen los bosques privados o zonas como la de la Lloma del Castanyar donde las densas pinadas calcinadas se han dejado tal cual. Aquí la montaña está igual de negra que el día después del incendio.

Al cóctel destructivo de este fuego se unió otro ingrediente. La espesura de pinos provocó que la temperatura alcanzase en algunos puntos los dos mil grados. Las llamas no pasaron a ras de suelo, sino que cocieron la cubierta edáfica y acabaron con todo. El poder abrasador del fuego penetró en el suelo. El Montgó ardió hasta la raíz.

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