El Montgó gana en la distancia corta. La floración otoñal del brezo (las abejas liban con fruición en sus flores acampanadas), del romero y la lavanda, así como las últimas lluvias, han convertido esta montaña en un excelente observatorio entomológico. El otoño es, sin duda, una época en la que la vida bulle en un parque natural de excepcional riqueza botánica (cuenta con más de 650 especies vegetales catalogadas). Ahora es el mejor momento para observar el universo liliputiense de las abejas, arañas, libélulas o mariposas.

Las colmenas han recuperado el frenesí de las laboriosas abejas. La apicultura forma parte de la cadena natural del Montgó. La polinización es clave para mantener tanta exuberancia botánica. El brezo (erica multiflora) está ahora en floración. La miel de esta flor es de las más apreciadas. Desde antiguo se afirma que una de las propiedades del brezo es que previene las emociones del egocentrismo. Pararse a examinar la minúscula vida del Montgó también ayuda en esa cura de humildad.

Además, es fácil observar ahora libélulas y mariposas. Hay que aguzar la vista para descubrir a los sátiros morenos (hipparchia statilinus), lepidópteros de color grisáceo que se camuflan sobre las rocas. Las arañas de vivos colores se aprecian mejor a primera hora del día, cuando la luz es más matizada y sus telarañas están perladas de rocío.