Los propietarios de chalés de la exclusiva urbanización Puerta Fenicia estaban convencidos de que vivirían alejados del mundanal ruido. La ladera de la partida de les Capsades en la que se asienta esta urbanización, en la que ahora se ha reactivado la construcción de nuevos chalés de lujo, queda lejos de los tres núcleos urbanos de Xàbia (el más próximo es el del Arenal). Lo que no esperaban los residentes era despertarse en plena noche sobresaltados por la escandalera de decenas de perros ladrando. La urbanización queda a tiro de piedra de la perrera de Xàbia.

La perrera la gestiona desde 1999 la Asociación Protectora de Animales de San Antonio (Apasa), que fomenta las adopciones y ni se plantea sacrificar un solo animal. La instalación ha crecido mucho. Últimamente, semana sí y semana también, entran numerosos perros abandonados. Ya acoge a más de 200 canes. Está hasta los topes. Por las noches basta que pase un coche cerca para que uno de los perros empiece a ladrar y contagie al resto.

La perrera, construida en suelo agrícola, estaba antes que los chalés. Pero los propietarios esgrimen su derecho al descanso. Se han cansado del concierto de ladridos. Para colmo, los perros de los chalés también se suman a la orquesta.

Los residentes han presentado varias denuncias contra el consistorio. Le exigen que se lleve la música canina a otra parte. El ayuntamiento ha caído en la cuenta de que tiene un problema gordo. La perrera carece de la declaración de núcleo zoológico. Cuando había unas cuantas jaulas, esa figura no era necesaria. Pero ahora, con más de 200 canes, se hace imprescindible.

El ayuntamiento quiere eludir posibles pleitos y ya ha empezado a buscar un nuevo emplazamiento. Los terrenos del antiguo vertedero de Ramblars, clausurado hace años, son una opción. No hay casas en muchos metros a la redonda.

Sin embargo, llevarse la perrera de donde ahora está (la partida agrícola del Pla) es un incordio. Los voluntarios trabajan a gusto en unas instalaciones que han ido construyendo poco a poco y con mucho esfuerzo. Para Apasa, un colectivo que realiza una gran labor, es fundamental concienciar contra el abandono y el maltrato a los animales. Y si se les esconde en el rincón más apartado de Xàbia, esa tarea corre el peligro de hacerse invisible.