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Las 'francesas' que transformaron Senija

La emigración a París en los años 60 de decenas de chicas que escapaban de la miseria significó un «shock» para un pueblo que descubrió la modernidad y Europa

Las 'francesas' que transformaron Senija

El garbo parisino no lo han perdido. Pasean las cuatro por una estrecha calle de Senija. Pero es fácil imaginárselas en la avenida de los Campos Elíseos (ellas dicen, en perfecto francés, des Champs-Élysées). «Claro que nos impresionaban aquellas grandes avenidas, la Torre Eiffel y el metro? aquello era otro mundo, era el centro del mundo», afirma María Moragues que, como decenas de chicas de Senija, se marchó, nada más cumplir los 18 años, a París. Todas ellas llevaban como único equipaje una maleta vieja y un abrigo raído. Y el susto en el cuerpo.

La exposición Les franceses de Senija recupera ahora la historia de estas mujeres. El título no puede ser más atinado. Cuando estas chicas regresaron al pueblo haciendo gala de modales distinguidos y con una mentalidad más abierta y moderna, sus vecinos empezaron a llamarlas «les franceses».

Cuatro de estas mujeres, Encarna Perís, Juana Santacreu, Vicenta Mas y la citada María Moragues, relataron ayer a este periódico su aventura parisina. Todas cogieron en Pego el autobús que se conocía como El Pirata que, tras tres días de penoso viaje, las dejaba en el corazón de Francia. Y casi todas lo hicieron nada más cumplir los 18 años. Juana, en cambio, viajó con 16 años. Cada tres meses renovaba el permiso de turista hasta que alcanzó la mayoría de edad y pudo sacarse el de residencia.

A estas mujeres, sus madres les habían enseñado a coser y bordar. En Senija, en la vendimia, también estisoraven la uva. En París, trabajarían de empleadas del hogar.

«El cambio fue grandísimo. De vivir en un pueblecito agrícola me vi, de la noche a la mañana, en la capital del mundo. Llegué a encontrarme a Grace Kelly por la calle», evoca María Moragues. Su padre, que había emigrado a Argel, Orán y a Nimes al arroz, le dijo: «aquí, en Senija, somos muchos para comer y pocos para trabajar». María llegó a París un sábado de septiembre de 1961 y el lunes ya estaba trabajando. «No paré ni un día. También, es cierto, lloré mucho. Se hacía duro estar tan lejos de casa».

De las cuatro, la que más tiempo estuvo en Francia fue Juana Santacreu. Con 16 años, llegó a París, donde ya estaba su hermana. Regresó al pueblo a casarse y luego, con su marido, se marchó otra vez a la capital francesa, donde vivió diez años. Allí aprendió los secretos de la cuisine y a hacer cous cous. De vuelta a Senija, montó con su esposo un restaurante de gran éxito dado que fue de los primeros que sirvió auténtica cocina francesa.

Las cuatro mujeres coinciden en que «les franceses» le cambiaron el pulso a Senija. «Envíamos el dinero que ganábamos a nuestras familias y, cuando regresamos, traíamos otras costumbres», afirma Encarna Peris.

Encarna recuerda que en París descubrió qué eran las huelgas. Mientras, María Mut, otra «francesa» de Senija (ayer no pudo estar con sus compañeras en la entrevista), explica en uno de los paneles de la exposición que el dueño de la casa en la que trabajaba le preguntó su opinión sobre Franco. Ella le dejó claro que no lo quería ver ni en pintura. «¿Franco? Todo para usted», respondió. A partir de entonces, congeniaron y el señor le contaba todas las noticias que sobre España leía en los periódicos.

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