En la calle y resguardados del sirimiri en la entrada del garaje de la finca de al lado. Así nació ayer la comunidad de vecinos de un edificio de la calle Favara de Xàbia en el que solo vive un anciano, Manuel Mir, de 81 años. Manuel votó en contra de todos los puntos. Una administradora de fincas leyó el orden del día. Y la representante de la Sareb (Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria), entidad propietaria del resto de pisos, votó sí a crear la comunidad, a que la presidiera la propia Sareb y a que se encargasen tres presupuestos para arreglar una finca que, aunque relativamente nueva, está hecha una birria.

«Compré un piso nuevo y tiene quince años de garantía. Me niego a que ahora me hagan pagar otra vez», tronó Manuel Mir, que afirmó que la reparación del edificio puede subir a 60.000 euros. «Y a mi me quieren pegar una puñalada de 15.000 euros».

El anciano mostró luego la escalera y su casa a la administradora de fincas y a la representante de la Sareb. Vive en precario. En 2007, estuvo cuatro meses apostado con una pancarta ante la inmobiliaria que le vendió el piso y que luego no se lo quería entregar; ha denunciado al dueño por estafa. Un juez le autorizó a tomar posesión de su vivienda, pero el propietario de la inmobiliaria no le ha hecho la escritura. Vivió durante mucho tiempo sin luz. Pagó la acometida de todo el edificio y la pasada semana logró una pequeña victoria: el banco le abonó 1.400 euros por llevar la luz a todo el edificio.

Pero las alegrías duran poco en la casa del pobre. Ayer, Manuel Mir supo que el ayuntamiento le ha embargado el piso. El promotor, que todavía no le ha hecho la escritura, lleva siete años sin pagar el IBI. «Era lo que me faltaba. Yo no compré un piso. Compré una ruina», lamentó el anciano, que aseguró que el consistorio nunca le ha girado a él los recibos.

Su vivienda, como las otras cinco de la finca, no tiene cédula de habitabilidad. El abandono de años se nota en la escalera y en las viviendas. En la de Manuel y en la otra de la misma planta, mientras este vecino estuvo unos meses en Barcelona, entraron okupas. Al anciano le destrozaron los muebles (ahora duerme en un catre muy precario) y le robaron pertenencias tan queridas como una antigua cámara fotográfica rusa Zorki 6. En la denuncia que presentó en la Guardia Civil, valoró los daños en 7.615 euros. El otro piso tiene la puerta reventada. «Sí arreglan la finca, perfecto. Pero que pague la Sareb. Tengo 81 años, pero voy a seguir luchando por mis derechos».