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Construcción

Póquer de lujo en un acantilado de Xàbia

Culmina la construcción, iniciada en 2013, de los chalés colgados del precipicio del Portitxol, en la cala de la Sardinera, que anticiparon el «boom» del urbanismo de las casas de lujo

Póquer de lujo en un acantilado de Xàbia

El trajín de obras prosigue en la calle L'Illa de Xàbia. Pero ya se intuye que los obreros dan los últimos retoques y que en un par de meses este tramo litoral del Portitxol recobrará la calma. En 2013, cuando el urbanismo estaba en coma, aquí empezó a construirse un impresionante chalé diseñado por el arquitecto valenciano Ramón Esteve. Aquella Casa de la Sardinera, luego archipremiada, actuó como foco de atracción. Al poco comenzaron las obras de otros dos chalés ideados por los arquitectos David Leschinsky y Manuel Lillo Navarro. Y luego se empezó a levantar la cuarta vivienda de este póquer arquitectónico que anticipó por dónde iban a ir los tiros del nuevo urbanismo de la Marina Alta. Ese último chalé lo diseñó el arquitecto José Moragues Puga, de Singular Studio.

El acantilado de la cala Sardinera esquivó la vorágine de la construcción de hace unos años. Entonces se facturaban chalés y apartamentos a destajo. La primera línea de playa se llenó de promociones.

Fue en plena crisis cuando este acantilado sucumbió a un urbanismo con nuevos códigos. Empezaron a edificarse chalés selectos, exclusivos, en las últimas parcelas que quedaban libres en los acantilados. Durante la burbuja, las promotoras iban a tiro hecho, no querían exponerse a un tipo de construcción caro y de mayor complejidad técnica.

Este tramo litoral del Portitxol es uno de los más bellos de la costa valenciana. Los nuevos chalés se asoman a un paraje virgen, salvado milagrosamente del ladrillo. El principal propietario de esta costa, Guillermo Pons, fue un visionario de la ecología y el proteccionismo. La ladera de más de medio millón de metros cuadrados que baja desde la Creu del Portitxol hasta el precipicio dels Pallers y la cala de la Barraca está blindada. De ahí que sea un privilegio vivir en un chalé nuevo que, a sus pies, sólo tiene verde y mar.

Desde el cortado de la Sardinera la vista es extraordinaria. Al frente queda el Cap Prim; al norte, la bahía de Xàbia y el Cap de Sant Antoni, y al sur, l'Illa del Portitxol y el Cap Negre. Los chalés coronan una atalaya desde la que se atisban kilómetros y kilómetros de costa. En el litoral valenciano, hay pocos puntos con tanta fuerza paisajística.

El chalé diseñado por Esteve fue el primero que se terminó. Se convirtió en una referencia de la nueva arquitectura residencial de lujo. Marcó, en Xàbia y en la Marina Alta, el camino de un negocio urbanístico que se ha especializado en villas suntuosas y chalés de diseño vanguardista. Es el único segmento que ha levantado la cabeza tras estallar la burbuja inmobiliaria. Y, claro está, estos chalés no pueden construirse en una parcela cualquiera. Las empresas inmobiliarias buscan emplazamientos únicos. De ahí que este acantilado de la Sardinera se convirtiera en paradigma de lo que estaba por venir.

De las cuatro viviendas de este acantilado, la situada más al sur está ahora en venta. La empresa Miralbó Urbana, especializada en levantar chalés exclusivos (los está construyendo en la playa de la Barraca, la Granadella o en la urbanización Villes del Vent), ofrece esta Vila de l'Illa por 4,95 millones.

Mientras, el chalé ideado por Moragues Puga, bautizado como CR House y que fue el último que comenzó a construirse (es el de la imagen de la derecha), es el que menos ha buscado sobresalir en el acantilado. Mientras que los otros tres tapan, desde la calle l'Illa, la visión del mar, éste está más bajo que la calle y corrige así el efecto de barrera paisajística.

El acantilado de la Sardinera es ahora un pedestal de la arquitectura residencial de vanguardia. Este nuevo urbanismo también ha cambiado los conceptos de otros sectores. Ahora ya no se concibe una de estas casas sin instalación de domótica. Las empresas de piscinas también tienen que innovar a la fuerza. Se llevan las piscinas infinity, que son esas en el que el borde de agua se funde con el horizonte azul del cielo y el mar. Además, estos chalés tienen piscinas interiores con spa y jacuzzi. Incluso las empresas de jardinería se reinventan. Los viveros se abastecen ahora de árboles monumentales que estén a la altura de villas que valen un potosí.

En la cima de la Sardinera empezó todo. En plena crisis, el urbanismo se agarró al acantilado y ahora repunta en la Marina Alta. En el último año se han abierto nuevas inmobiliarias (muchas con capital británico y alemán) consagradas a ese nuevo mercado de los chalés de lujo.

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