Chalés de inmaculadas líneas que esconden sus escombros debajo de la alfombra. Peor aún: los tiran acantilado abajo. Las constructoras que están levantando viviendas de lujo colgadas del acantilado de la Granadella (en concreto, en la calle dels Trencapinyols) se deshacen de los residuos de obra arrojándolos ladera abajo. La pendiente es pronunciadísima, casi vertical. Aquí había chalés antiguos que se han echado abajo para construir otros de moderno diseño. Los escombros del derribo y del desmonte no han acabado lejos.

Este diario acudió ayer a la zona junto a vecinos que la conocen como la palma de la mano, que mostraron el desastre que está causando la avalancha de piedras, ladrillos y hierros de forjados. Los escombros derriban pinos y barren la vegetación. En este acantilado, se abre la boca de una gruta vertical que da al mar. Para las constructoras ha sido un pozo sin fondo al que arrojar restos de obra.

El vertedero de escombros no se ve desde el mirador del Castell de la Granadella, aunque sí se intuye. Este mirador está junto a la carretera que baja a la cala. A la izquierda, quedan los nuevos chalés y una gran grúa. Se adivina la lengua de piedras.

Desde un chalé que se está construyendo en la calle Trencapinyols (es uno de los que arrojan los escombros al acantilado), baja una escalera de hormigón que lleva a la pesquera del Morro del Pi. Los residuos han tapado parte de los escalones, así como la senda.

Además, las piedras sueltas acrecientan el peligro de un acantilado ya de por sí extremo. Sólo quienes conocen cada centímetro pueden recorrerlo con cierta seguridad. Con los inestables escombros todavía es más fácil dar un fatal traspié.

El Consell Valencià de Cultura ha emitido ahora un informe en el que pide que se protejan las antiguas pesqueres para preservar los acantilados de la especulación urbanística. También se evitaría que tramos de este litoral de gran belleza se conviertan en una escombrera.